El 21 de marzo es el día internacional de la poesía. Esa ya es una buena razón leer versos en clase, pero hay otra razón: la poesía, como el yoga, puede ofrecernos un cambio de perspectiva, señalar conexiones que no habíamos visto antes y darle otro sentido a nuestras experiencias como seres humanos.
Por supuesto, la clase de yoga no es una clase de literatura. No tenemos que enseñar análisis de poesía. Para lo que estamos bien preparados es para enseñar el amor por ella. En el transcurso de la vida cotidiana, la poesía no puede superar las murallas de nuestras ocupaciones y distracciones, pero sí puede hacerlo en savasana o en cualquier otra postura restaurativa en la que la guardia esté baja. En ese momento puede alcanzarnos y conmovernos profundamente.
De hecho, muchas veces deseé que mis estudiantes en clases de literatura estuvieran tan abiertos a conmoverse por la poesía como alumnos de mis clases de yoga. (A lo que los alumnos de literatura podrían replicar que quizás fueran más receptivos si solo tuvieran que leer uno o dos poemas acostados en clase, sin tener que escribir ensayos sobre ellos).
Para los maestros que desean compartir poesía en clase, pero no están seguros de cómo encontrar los poemas correctos —o cómo leerlos— ¡aquí hay diez consejos para investigar sobre el tema y recitar poemas!
1. Echa un vistazo a una amplia muestra de poesía.
¿Harás solo una rutina de Rumi y Mary Oliver? Aunque estos inspiradores poetas sin duda merecen un lugar principal en la clase, ¡hay muchos a los que vale la pena echarles un vistazo! En lugar de quedarte solo con los autores que te han leído tus maestros, revisa los tesoros que ofrecen los sitios web de Poesía castellana y Poética 2.0. Además de tener bibliotecas extensas, autores de diversos países y poesía traducida al español (así como grabaciones de lecturas), te permiten buscar poemas por palabra clave, para que puedas encontrar una selección de poemas que se ajusten a los temas de tu clase: todo, desde "paz" hasta "amor". O bien, elige (y quítale el polvo) una antología de poesía.
¿Harás solo una rutina de Rumi y Mary Oliver? Aunque estos inspiradores poetas sin duda merecen un lugar principal, ¡hay muchos a los que vale la pena echarles un vistazo!
En esta investigación seguramente tropezarás con montones de poemas que no son adecuados para una clase de yoga, pero igualmente estarás feliz de haberlos leído.
2. Lee como un acto de meditación.
Así como no se te ocurriría "apresurar" la meditación, tampoco te apresures al leer un poema. Si vas demasiado rápido, te lo perderás: no sentirás nada. Si, en cambio, respiras y te relajas, tratando de escuchar y visualizar cada palabra sin pretender llegar a ningún lado, podrás sentir como caes de lleno en la profundidad del poema.
3. Prioriza el estado de ánimo.
¿Qué buscamos realmente en un "poema de yoga"? Creo que es un estado de ánimo. Incluso diría que el estado de ánimo es más importante que el tema. ¿Con qué sentimiento quieres que tus alumnos se vayan de clase? Pueden irse con el corazón liviano, alegría, gratitud, conexión con otros seres humanos o la sensación de haber estado en contacto con lo divino. Busca un poema que tenga alguna de estas características.
Por ejemplo, me gusta leer "Cruzando en el ferry de Brooklyn" de Walt Whitman. Puede que sus goletas y marineros no se relacionen con el yoga en cuanto al tema, pero lo que espero de este poema es que los estudiantes reciban el sentimiento tierno, casi divino, que tiene Whitman de anticipar nuestra existencia. Pareciera que él nos ve a cada uno de nosotros entre las futuras multitudes que desembarcan: "Y tú que cruzas de orilla a orilla años después, eres más para mí, y más en mis meditaciones, que lo que podrías suponer". La distancia entre siglos desaparece en este poema, al igual que las diferencias entre los seres humanos. Whitman observa únicamente "similitudes": "Tal como te sientes cuando miras el río y el cielo, así me sentí."
Tal vez las palabras de Whitman sirvan para que tus alumnos se sientan mirados y valorados, ayudándolos a verse a sí mismos como parte del flujo sin fin de la humanidad y a mirarse unos a otros y a las generaciones futuras con un dejo del cariño y la conciencia del poeta.
4. Elige un poema que signifique algo para ti.
¿Por qué no hacer una práctica en la que compartir únicamente los poemas —y posturas— que son importantes para nosotros y que creemos que podrían tener algo de valor para los demás?
Hay algunas posturas muy populares que no enseño porque no las "entiendo" por completo y, hasta que eso no suceda, elegiré compartir las posturas cuyos puntos son claros para mí y de las que puedo mostrar sus virtudes ante mis alumnos. ¡Son muchas! Del mismo modo, dada la abundancia de poemas en el mundo, voy a dejar de lado cualquier poema famoso que no logre atraparme.
Si no tengo tiempo de encontrar un nuevo poema que realmente me emocione, compartiré uno que ya he leído o no leeré ninguno. Creo que es mejor no compartir ningún poema que compartir uno que no queremos, solo porque sentimos que tenemos que hacerlo (después de todo, ¡no tenemos ninguna obligación!). Si lo que buscamos es que los alumnos puedan cultivar el aprecio por algo, debemos hacerlo con entusiasmo.
5. Entiende lo que estás diciendo.
Buscar una interpretación del poema que has elegido no es hacer trampa. (Esto no tiene por qué ser difícil: busca en internet "análisis" junto al nombre del poema que has elegido y tendrás por dónde comenzar). Ser claro sobre el significado de las líneas más complicadas no solo te preparará para una conversación —piensa que alguien más en clase puede conocer y amar el poema que has elegido— sino que también cambiará tu forma de leerlo.
Por ejemplo, si estoy leyendo el "Museo de las Piedras" de Carolyn Forché y me estoy acercando a la línea "con la esperanza de que este acervo, considerado en su conjunto / llegue a ser capilla o lugar santo, osario, fijo y sacro / como la piedra que marcó la ruta del sol cuando accedió al amanecer de lo humano" puedo entonar "osario" de una manera un poco diferente si sé que es un contenedor para huesos. (Mientras estoy buscando cosas, suelo chequear bien la pronunciación de las palabras difíciles y el nombre del poeta).
6. Termina cuando sea necesario.
Nadie dijo que tenías que leer el poema entero. Lo admito: si considero que un poema es perfecto para la clase, pero es demasiado largo —o evoca un estado de ánimo adecuado hasta que aparece la palabra "rabia", o contiene una clara referencia sexual— hago algunos recortes. Me encanta leer la primera parte del poema “Primavera” de Edna St. Vincent Millay:
¿Con qué propósito, abril, has regresado de nuevo?
La belleza no basta.
Ya no puedes tranquilizarme con el rojo
De las pequeñas hojas que se abren con obstinación.
Sé lo que sé.
Pero la segunda mitad, con sus palabras sobre gusanos que comen el cerebro y abril "balbuceando como un idiota", no servirá para la clase de yoga.
Quizás Millay se revuelque en su tumba cada vez que termino así su poema, pero creo que el yoga es un momento para “algo más” y uno de sus objetivos es rescatar a los alumnos de los hábitos de preocupación, enojo y desesperación. Así que a veces le quito las espinas a la rosa.
Para ser justa, si corto una parte de un poema, les cuento a los alumnos hacia dónde se dirige la obra y les aviso que leeré un extracto de esto o aquello.
7. Practica leer de forma lenta y clara.
Por supuesto, si nunca has leído en voz alta el poema que estás a punto de compartir, puedes tropezar. Antes de la clase, léelo en voz alta para ti. Y mientras lees, aprecia las palabras. Frank McCourt escribió en "Las cenizas de Angela" algo sobre haber leído a Shakespeare en voz alta a una edad en la que aún no entendía su poesía: "...cuando repito las palabras es como tener joyas en la boca". Saborea los diamantes y los rubíes que el poeta ha cortado y colocado con mucho cuidado. Practica la enunciación con el poema "Canción" de Cynthia Zarin, una lista que es en parte una receta de una bruja y en parte una canción de cuna, haciendo que la fonética sea lo más importante de cada palabra:
nuez moscada, membrillo, hojas de té y hueso, cítara,
címbalo, xilófono; papel, tijeras, luego
hay piedra. ¿Quién no entra por la puerta
para llegar a casa?
8. Considera otros momentos para leer poesía además de savasana.
Hay que reconocer que savasana —o cualquier otra postura en una clase de yoga restaurativo— es el momento en que la poesía puede ser mejor apreciada. Pero hay otras ocasiones en las que puedes incluir un poema: antes del om de apertura o de cierre, en lugar de un canto, como parte de una meditación o práctica de pranayama y también para dar a tus alumnos un foco de atención mientras se mantienen en una postura difícil.
9. Repite el poema.
Los poemas pueden ser densos y a veces es necesario hacer una relectura. Si has elegido un poema o un extracto realmente corto, léelo un par de veces durante la relajación de savasana. Verás que al repetir el poema (o las líneas que has seleccionado) en distintos momentos de la clase, su significado cambia. Por ejemplo, la afirmación de Hamlet de que "no hay nada bueno ni malo: nuestra opinión le hace serlo" tendrá un sentido cuando invitamos a los estudiantes a una postura difícil y tendrá otro cuando los llevamos a relajarse en savasana.
Este haiku de Matsuo Basho, podría cobrar un nuevo sentido o cambiar de significado si lo repites a lo largo de la clase:
Un viejo estanque,
salta un rana:
¡plof!
10. Incluye poemas en tu lista de reproducción.
¿Por qué no escuchar algunas canciones basadas en poemas? Por ejemplo, Else Torpe hizo una interpretación inolvidable de "My Heart’s in the Highlands" de Robert Burns. Leonard Cohen transformó el "Pequeño vals vienés" de Federico García Lorca en su canción "Take This Waltz" y los Waterboys hicieron blues con Yeats. Intenta no emocionarte cuando Luke Kelly llega a esta línea en "On Raglan Road" de Patrick Kavanagh:
Percibí el peligro y aun así
recorrí el camino encantado.
Y me dije: que el pesar sea
como una hoja caída al amanecer.
Con estas diez sugerencias podemos fomentar una asociación positiva con la poesía, tal como la tenemos con el yoga.
Nuestros alumnos quizá no recuerden los detalles exactos de nuestra clase de yoga (al menos no por mucho tiempo) pero pueden quedarse con el valor que le damos a la secuencia de movimientos que compartimos. Pueden conservar la sensación milagrosa de una práctica física calmando la mente. Y también pueden entender que el yoga no es algo destinado a otra persona en otra época, sino que es algo relevante para sus vidas.
De manera similar, tal vez lo que los estudiantes obtengan de nuestra lectura de poesía es el valor que le damos a la secuencia de palabras que compartimos. Pueden conservar la sensación milagrosa de un propósito mental —como la cuidadosa disposición de las sílabas y los sonidos— que tiene un efecto físico real, como una inhalación, un suspiro o el erizarse de la piel. Y también pueden entender que la poesía no es algo destinado a otra persona en otra época, sino algo para ellos, ahora.