Cada abril se celebra el Mes Nacional de la Poesía en Estados Unidos. Este evento nos recuerda la posibilidad de incorporar este género literario en nuestro día a día, incluso durante la práctica de yoga. Las clases pueden ser un terreno fértil para cultivar el amor que sentimos por la poesía: los practicantes, quienes han decidido apartarse de las exigencias de la vida diaria para conectar con las sensaciones y sonidos más sutiles, podrían ser muchísimo más receptivos a uno o dos poemas en este contexto.
Me he dado cuenta de que compartir poemas durante una clase no solo amplía el horizonte poético de mis estudiantes, sino que también expande el mío. A veces, cuando busco el poema perfecto para mi sesión, me encuentro con una docena de nuevas composiciones que me hacen preguntarme cómo he podido vivir sin ellas. Y cuando leo mis poemas favoritos en voz alta, a menudo descubro un nuevo significado. En general busco “poemas de yoga” en internet durante el desayuno, lo que me permite comenzar mi día con el pie derecho. La poesía refresca mi vocabulario y mi perspectiva, catapultándome hacia el enriquecedor mundo de las analogías, hallando conexiones donde no sabía que las había.
A continuación encontrarás trece de mis poemas favoritos que “riman” con algunos aspectos de las clases de yoga. Además, encontrarás sugerencias sobre cuándo (y cómo) puedes incorporarlos en cada sesión.
1. “El sonido del sol” de George Bradley, 1986
Fragmento:
Si alguna mañana escuchas atentamente, cuando el sol se enciende
sobre el horizonte y el mundo está quieto y aún dormido,
podrás escucharlo, un tenue ruido tan en el interior de tu mente
que debe provenir de algún lugar, desde la luz desbocando hacia la oscuridad,
energía quemándose hacia la entropía, hacia una solución pacífica,
ardiendo brillante, espontáneamente, en medio de la nada,
y tú, también, debes hacer un ruido que de alguna manera se le parezca,
a pesar de que, claro está, no tengas forma alguna de escucharlo.
Cuándo: antes de la introducción o la despedida con un Om.
Por qué: si lo lees antes del om, este poema tiene el poder de redefinir las sílabas, transformándolas en el sonido del sol.
Cómo: Bradley incluye varias veces la letra o —“la vocal más sonora” según Edgar Allen Poe— la cual le da el eco al om. ¡No la apures!
2. “Gitanjali 35” de Rabindranath Tagore, 1910
Fragmento:
Donde la palabra surte de las honduras de la verdad;
Donde el luchar infatigable tiende sus brazos a la perfección;
Donde la clara fuente de la razón no se ha perdido en el triste arenal desierto de la yerta costumbre;
Donde el entendimiento va contigo a acciones e ideales ascendentes...
¡Permite, Padre mío, que mi patria se despierte en ese cielo de libertad!
Cuándo: tras pedirles a tus alumnos que se fijen un objetivo.
Por qué: Gitanjali, u “Oraciones líricas”, es una colección de poesía escrita en prosa y traducida por Tagore del bengalí. Los poemas devotos expresan el deseo del autor de llevar una vida espiritual, en los que reconoce las debilidades humanas, así como las frustraciones. Si bien estos poemas fueron escritos hace más de un siglo, bajo el peso del colonialismo británico, hoy en día sus palabras siguen siendo de actualidad.
Cómo: imagina que lees una oración.
3. “La marea sube, la marea baja” de Henry Wadsworth Longfellow, 1879
Fragmento:
La marea sube, la marea baja,
El crepúsculo oscurece, el zarapito llama;
A lo largo de las arenas húmedas y marrones
El viajero se apresura hacia la ciudad,
Y la marea sube, la marea baja.
Cuándo: durante la práctica de algún tipo depranayama o tras haberlo realizado. Puedes probarlo también en una práctica que se enfoque en el kumbakha, es decir, en la retención o interrupción de la respiración.
Por qué: los poetas occidentales han sabido de la existencia del kumbakha durante siglos; en poesía se le ha llamado “cesura”, que significa una cesación o interrupción a la mitad de una línea.
El poema de Longfellow está repleto de cesuras y la imaginaria marea parecería ser un reflejo de nuestra propia respiración.
Cómo: durante tu exhalación es donde arrastras cada línea; una coma en el medio de una frase
te permite hacer una pausa, interrumpir tu exhalación.
4. “Comienza” de Margaret Atwood, 1978
Fragmento:
Esta es tu mano, estas son mis manos, este es el mundo,
Que es redondo, más no plano y tiene más colores
que los que podemos ver.
Tuvo un principio y ha de terminar,.
y regresarás a este pensamiento,
esta es tu mano.
Cuándo: en savasana o antes del último om o cuando tus manos están juntas en anjali mudra. Podrías compartir este fragmento al finalizar una clase que se haya enfocado en las manos.
Por qué: el poema en verso libre de Atwood insinúa cómo nuestros cuerpos –y nuestras palabras– nos ayudan a anclarnos en este complejo mundo (similar al objetivo del yoga). Además, al mencionar el comienzo y el final, sería apropiado utilizarlo como acompañamiento de savasana, que representa ambos, tanto un comienzo como un final. La presencia de los largo sonido de la letra o te ayudará a preparar el camino para el último om.
Cómo: lee este fragmento con ternura y seguridad como si le hablaras a un niño al que le tienes afecto.
5. “Oda a los calcetines” de Pablo Neruda, 1956
Fragmento:
Y es esta la moral de mi Oda:
Dos veces es belleza la belleza,
y lo que es bueno es doblemente bueno,
cuando se trata de dos calcetines
de lana en el invierno.
Cuándo: en savasana o en cualquier posición restaurativa. Esta lectura resultará apropiada si la habitación está fresca. ¡Asegúrate de haberle pedido a tus alumnos que se pongan sus calcetines! (También podría funcionar al terminar una clase que se haya enfocado en los pies.)
Por qué: este poema quita la intimidación de la poesía y pone la alegría de vuelta en la vida diaria. Su fin es ver las cosas más simples de nuestro día a día con gratitud: un par de calcetines. Sí, incluso un par de calcetines merecen una oda, ¿qué otra cosa podemos hacer más que ir por la vida cantando?
Cómo: Léelo con un tono divertido.
6. Soneto 29 de William Shakespeare, 1609
Poema completo:
Cuando hombres y fortuna me abandonan,
lloro en la soledad de mi destierro
y al cielo sordo con mis quejas canso
y maldigo al mirar mi desventura
soñando ser más rico de esperanza,
bello como éste, como aquél rodeado,
deseando el arte de uno, el poder de otro,
insatisfecho con lo que me queda;
a pesar de que casi me desprecio,
pienso en ti y soy feliz y mi alma entonces,
como al amanecer la alondra, se alza
de la tierra sombría y canta al cielo:
pues recordar tu amor es tal fortuna
que no cambio mi estado con los reyes.
Cuándo: en lugar de un canto de apertura.
Por qué: los sonetos son escritos en pentámetro yámbico. Se dice que el yambo (una sílaba no acentuada seguida por otra acentuada, da-DUM) estimula el latido del corazón, mientras que el pentámetro (una línea de 10 sílabas) es una línea que puede ser fácilmente recitada en una larga exhalación. Así como el canto puede ayudarnos a alargar nuestras exhalaciones –relajándonos– también se puede lograr con la lectura en voz alta de un pentámetro. Así como el canto nos saca de nuestro estilo diario de discurso y nos lleva a un ámbito donde las cosas son menos inteligibles pero un poquito más mágicas, también podemos lograrlo con los poemas isabelinos.Este poema resulta importante para el yoga, ya que Shakespeare parece estar tomando el consejo de Patanjali sobre pratipaksha bjavana del Sutra 2.33: aquí, el orador practica el “pensar en lo opuesto”. Cuando está en su nadir, él solo debe meditar sobre la piedra de toque de un cierto “tú” para sentir que está en la cima del mundo.
Cómo: con un canto de “llamada y respuesta” en el comienzo de una clase. Haz que tus estudiantes te sigan, repitiendo cada línea de este soneto.
7. “Eternidad” por William Blake, 1853
Poema completo:
Quien así encadenare una alegría
malogrará la vida alada.
Pero quien la alegría besare en su aleteo
vive en el alba de la eternidad
Cuándo: Este es tan corto que lo puedes agregar en cualquier lugar de la práctica. ¡Podrías proponerlo cuando guías a los alumnos a abandonar una postura que han disfrutado y que no tienen ganas de dejar!
Por qué: Blake acepta la dicha de la naturaleza fugaz, como si hablara sobre su propia versión del yama aparigraha: haciendo énfasis en la austeridad y en el desapego.
Cómo: Al ser corto, recomiendo que lo leas dos veces (¡a menos que creas que al releerlo irías en contra del objetivo del poema, perdiendo el foco de aceptar lo efímero!)
8. “El paraíso perdido” por John Milton, 1609
Fragmento:
La mente es su propio lugar, y en sí misma,
puede hacer un cielo del infierno y un infierno del cielo.
Cuándo: Cuando le pides a los estudiantes que mantengan una posición por más tiempo del que desearían.
Por qué: Milton establece que la mente tiene el poder de modificar cómo experimentamos la realidad. Cuando estamos de mal humor, ¿cuántas veces hacemos un “infierno” de los “cielos”, olvidando nuestra buena suerte? Un cambio de perspectiva es importante al enfrentar una postura difícil. Puede que esto sea lo necesario para transformar una intensa sensación en un “cielo”.
Cómo: Haz que tus estudiantes noten la suerte que tienen al mantener esta postura durante solo dos líneas de este épico poema de verso libre del siglo 17… ¡Y no en las 10.000!. Puedes mencionar que Satanás —por lejos, el personaje más irresistible y humano de Milton— era el narrador aquí. Él estaba intentando sacar lo mejor de haber sido desterrado del Cielo.
9. “Salud Mental” por Yrsa Daley-Ward, 2014
Fragmento:
Si has pasado de los treinta
celébralo
y si aún no lo has hecho,
alégrate.
Entiende que en la vida
llega un momento en que la suciedad se asienta
y de su patrón se forma una imagen.
Si sueñas con la ciudad pero vives en el campo
ordeña las malditas vacas.
Vende las malditas oveja.
Cuándo: Puedes usarlo como apoyo moral cuando pienses que tus estudiantes están pasando por un momento difícil.
Por qué: Si bien el poema “Salud Mental” se enfoca en el cuidado personal, no es una típica charla motivacional. Daley-Ward no nos dice que la vida va a ser fácil; nos recuerda que viene con responsabilidades que no debemos evadir (podríamos ser capaces de vender la oveja, pero no podemos deshacernos de las vacas) y una de ellas, es el bienestar de nuestra salud mental.
Cómo: Compartiendo las palabras del poeta, que puedes encontrar aquí, o puedes acompañarlas con música para su lectura.
10. “Yo canto al cuerpo eléctrico” por Walt Whitman, 1855
Fragmento:
Cabeza, cuello, pelo, oídos, lóbulo y tímpano de los oídos,
Ojos, pestañas, iris del ojo, cejas, y vigilia y sueño de los párpados,
Boca, lengua, labios, dientes, paladar, mandíbulas, y la articulación del maxilar,
Nariz, fosas nasales, y el tabique,
Mejillas, sienes, frente, mentón, garganta, nuca, forma del cuello,
Fuertes hombros, barba viril, omóplatos, hombros posteriores y la amplia ronda lateral del pecho,
Parte superior del brazo, axila, junta de los codos, antebrazo, tendones del brazo, huesos del brazo,
Muñeca, articulaciones de la muñeca, mano, palma de la mano, nudillos, pulgares, dedo índice, articulación de los dedos, uñas,
Amplio frente de pecho, el vello rizado del pecho, esternón, lateral del pecho,
Costillas, abdomen, columna, vértebras de la columna...
Luego de este extenso inventario, Whitman finaliza de esta forma: “Afirmo que estas cosas no sólo son los poemas del cuerpo, sino también del alma. Afirmo que son el alma.”
Cuándo: En una larga postura de savasana o en cualquier práctica restaurativa. También podrías recitarlo al comienzo de una sesión de yoga nidra.
Por qué: Este poema, como muchos de Whitman, trata sobre la conexión entre toda la humanidad y celebra al cuerpo humano. La filosofía de Whitman de la unión del cuerpo y alma parecen tántricas. (Muchas cosas del yoga moderno surgen del tantra. Este se caracteriza por considerar al cuerpo como un medio para alcanzar la iluminación en lugar de verlo como un obstáculo.)
Cómo: Léelo bien despacio y a medida que vayas mencionando cada parte del cuerpo, motiva a tus alumnos a encontrarlas y relajarlas. (Importante: siéntete libre de eliminar cualquier palabra que consideres que pueda interrumpir la relajación.)
11. "La isla del lago de Innisfree" por Williams Butler Yeats, 1890
Poema completo:
Me levantaré ahora y me iré, me iré a Innisfree,
y haré allí una humilde cabaña de arcilla y zarzas;
nueve hileras de judías tendré allí, una colmena que me dé miel,
y viviré solo en un claro entre el zumbar de las abejas.
Y allí tendré algo de paz, pues la paz viene gota a gota,
y cae desde los velos matinales a donde canta el grillo;
allí la medianoche es una luz tenue, y un cárdeno brillo el mediodía,
y colman el atardecer las alas del pardillo.
Me levantaré ahora y me iré, pues siempre, día y noche,
escucho el rumor del lago rompiendo en la orilla;
cuando estoy en la calzada, o en las grises aceras,
Lo escucho en lo más hondo de mi corazón.
Cuándo: En cualquier postura de restauración.
Por qué: Frecuentemente alentamos a los estudiantes a pensar en un lugar que les resulte relajante, donde puedan dejar ir sus pensamientos durante una postura restaurativa. ¿Piensas que la isla del lago de Yates los ayudará a relajarse? ¿O será que ellos tienen otro lugar que resuena “en lo más hondo de sus corazones”?
Cómo: Prestando atención a los sonidos del paisaje de Yeats. Sus palabras apelan a nuestro sentido de la audición, como si quisiera que nosotros también escuchemos a Innisfree.
12. “Consejo para mí mismo” por Louise Erdrich, 2004
Fragmento:
Tira a la basura el bowl agrietado y no repares la taza.
No repares nada. No emparches nada. Compra alfileres de gancho.
Ni siquiera cosas un botón.
Deja que el viento siga su camino, y después que la tierra
invada como polvo y después que los muertos
echen espuma en rollos grises debajo del sillón.
Háblales. Diles que son bienvenidos.
Cuándo: Puedes leerlo en savasana, o en cualquier postura tranquila en la que podamos notar nuestra mente agobiada.
Por qué: Erdrich, con tono sabio y reconfortante, se advierte a ella misma (y a nosotros) sobre la importancia de enfocarnos en lo que es relevante y dejar ir lo que no lo es. Antes de comenzar una meditación o una relajación, podría ser bueno ser recordar la posibilidad de encontrar paz en el desorden y en la imperfección.
Cómo: ¡De forma relajada! No debes preocuparte por leer este poema de forma tan perfecta.
13. “Trece maneras de mirar un Mirlo” por Wallace Stevens, 1954
Fragmento:
I
Entre veinte cerros nevados,
lo único que se movía
eran el ojo de un mirlo.
II
Yo era de tres pareceres,
como un árbol
en el que hay tres mirlos.
Cuándo: En una meditación sentada.
Por qué: Las trece estrofas del poema de alto contraste de Stevens tienen un estilo que simula el koan. Cada una suena como manos aplaudiendo y esconde un pequeño misterio que aleja a la mente de su rutina de trabajo, desafiando su lógica habitual. Cuando el mirlo finalmente se detiene, ¿pueden nuestras mentes estar tranquilas, a pesar de que hay mucho en este mundo que no comprendemos y que nunca podremos entender?
Cómo: Realiza largas pausas entre las estrofas; cada una representa una nueva idea.
¿Hay algún poema que te guste compartir con tu clase de yoga? ¡Por favor, comparte tus favoritos aquí abajo!