¡De nuevo estamos en ese momento del año! La época que Andy Williams (y una gran cantidad de cantantes pop desde entonces) calificó como “la más maravillosa”. Tiempo de hornear galletas y preparar comidas caseras, de pasear por los escaparates decorados con esmero y de ver esos cursis (aunque nostálgicamente entrañables) anuncios de café y sopa de tomate con temáticas festivas.
Esta época del año puede evocar, sin dudas, una sensación de magia y asombro. Pero para aquellos que hemos superado hace tiempo la etapa de dejarle zanahorias a los renos, el fin de año también puede traer una cierta sensación de urgencia, ansiedad y preocupación.
Este es el infame “estrés festivo” que todos conocemos. Si bien practicar yoga no nos hará inmunes, puede ayudarnos a lidiar con él. Y, aunque bien sabemos de su efectividad, es posible que con los días más cortos (en el hemisferio norte) y más ocupados (en ambos hemisferios) nos veamos tentados a dejar nuestra práctica en segundo plano (por lo menos hasta los propósitos de Año Nuevo).
Todo esto sin mencionar que, para la mayoría, el dinero no sobra en esta época del año, por lo que incluir en el presupuesto un pase libre de clases de asana puede resultar imposible.
Este es el infame “estrés festivo” que todos conocemos. Si bien practicar yoga no nos hará inmunes, puede ayudarnos a lidiar con él.
Cuando nuestra vida se vuelve demasiado agitada por el estrés de la temporada, la práctica regular resulta especialmente nutritiva, nos ayuda a bajar a tierra y a encontrar el espacio y la perspectiva que necesitamos en medio del frenesí de fin de año.
Estos son algunos de mis consejos favoritos para mantener la práctica durante las fiestas:
Resulta difícil asistir a una clase vespertina —e incluso hacer unos cuantos saludos al sol en casa— cuando a las 5 de la tarde ya está oscureciendo y las noches se van en preparativos y actividades relacionadas con las fiestas. Por eso, en diciembre, mantener una cita matutina con tu tapete de yoga puede ser una muy buena idea.
Aunque disfruto mucho de mi práctica diaria de asanas, cuando me siento agobiada se convierte en una “tarea más” a incluir en una agenda ya repleta. Y si bien estoy aprendiendo que no es el fin del mundo si me salteo un día de práctica, noto que las sesiones regulares de asanas me ayudan a sentirme más feliz, más tranquila y más confiada.
Cuando muevo los dedos de las manos y de los pies para prepararme para salir de savasana, aquello que me estresaba no parece tan insuperable. Y cuando practico a primera hora del día, me resulta mucho más factible sentir la práctica como fuente de energía y empoderamiento en lugar de convertirla en otro motivo de ansiedad.
Aunque mi intención no es reducir el yoga a un mero elemento para tachar de mi lista de pendientes, sí creo que esa sensación de “¡Viva, recién son las 8 de la mañana y ya he hecho algo!” es un buen estímulo; sobre todo en esos días en los que me despierto sintiéndome muy agobiada o comienza a manifestarse la depresión asociada a las fiestas.
Un truco útil: duerme con ropa con la que puedas practicar. Si te despiertas con un atuendo adecuado, habrá una barrera menos entre tú y el primer perro boca abajo de la mañana.
En mi caso, practicar por la mañana significa que a veces adelanto el despertador para poder asistir a una clase de yoga matutina (no soy una persona madrugadora por naturaleza, no obstante, he notado que levantarme antes del amanecer me cuesta menos cuando el horario de verano ha terminado).
Pero, la mayoría de las veces, significa poner el despertador un rato antes y salir de la cama directo al tapete de yoga (un truco útil: duerme con ropa con la que puedas practicar. Si te despiertas con un atuendo adecuado, habrá una barrera menos entre tú y el primer perro boca abajo de la mañana).
Hay algo que me ha resultado muy útil para incorporar la práctica a mi vida diaria durante las épocas más ajetreadas del año: es tener unas cuantas prácticas “de cabecera” bajo la manga. Son prácticas cortas que ya conozco y disfruto. Por ejemplo, en los días en los que no tengo mucho tiempo para hacer asanas, hago lo siguiente:
Postura del perro boca abajo
Estocada, con pierna derecha e izquierda
Estiramiento de hombros
Surya namaskar A
Postura del guerrero II
Postura del guerrero invertido
Una postura de apertura de caderas, como la postura del lagarto o la preparación para la postura de la paloma
La postura del niño o postura de rodillas al pecho
Savasana
Todo esto me lleva, como mucho, media hora (con savasana incluido).
Me gusta tener una práctica de cabecera porque evita la situación de pensar “Bueno, ya estoy en mi tapete. Ahora, ¿qué diablos hago?”. Si prefieres una práctica guiada, puedes guardar o descargar algunos de tus videos y podcasts favoritos de clases cortas (no olvides que aquí en Yoga International tenemos un montón de clases gratuitas de 30 minutos o menos, puedes incluso buscarlas por duración).
También puedes pensar tu práctica de cabecera como ejercicios individuales o asanas que te ayuden a transitar el día, por ejemplo, tu estiramiento de hombros preferido para hacer durante un descanso en el trabajo o una práctica de agni sara antes de ir a una fiesta para ayudarte a digerir esos irresistibles dulces navideños. Comprométete a incorporar prácticas sencillas en el flujo diario y seguramente descubras que te sientes más fortalecido y centrado durante esta época del año.
Si puedes ir a clase, te darás cuenta de que no hay tanta gente en esta época del año. Las clases de pocos alumnos ofrecen una atención más individualizada y le permiten a tu maestro darte consejos personalizados que no serían posibles en una clase más grande. ¿Otra ventaja? En clases más pequeñas se suelen formar grupos más unidos. Tienes la oportunidad de conocer un poco mejor a tus compañeros y relacionarte con la comunidad en una época del año que puede resultar particularmente solitaria para muchas personas.
Muchos lugares dictan clases o talleres de yoga restaurativo adicionales a fin de año, y por buenos motivos. Famoso por sus superpoderes para reducir el estrés, el yoga restaurativo actúa como una fuerza tranquilizante, capaz de centrarnos cuando todo alrededor se siente tan poco calmo. Además, las clases restaurativas suelen ser ideales cuando queremos invitar a un amigo o familiar. Tendrás más suerte convenciendo a alguien que no practica yoga para que participe de una clase lujosamente recostado sobre un bolster en medio del suave resplandor de las velas, que de una clase intensa de 90 minutos.
Si no puedes tomar clases restaurativas en un estudio, ya sea por horarios o presupuesto, siempre puedes practicar en casa. Una postura tan simple como la postura de los pies elevados contra la pared —mi favorita— puede hacer una gran diferencia (en serio, puedo decirte por experiencia propia que he practicado cientos, quizá miles, de improvisadas posturas de pies elevados contra la pared y nunca me he arrepentido de ninguna).
Invierte en un tapete de viaje. Mi tapete de yoga ha sido mi equipaje de mano más veces de las que quisiera recordar. Pero, si bien es agradable pisar mi tapete favorito una vez que llego a destino, cargarlo es bastante molesto (sin mencionar la inevitable mirada de reojo de los demás pasajeros, a quienes imagino pensando: “¿En serio vas a meter eso en el codiciado espacio del compartimento superior?”). ¿La solución? ¡Un tapete de viaje! Este tipo de tapetes es extrafino (por lo tanto no es lo ideal para los que prefieren un tapete acolchado) pero caben fácilmente en la maleta o el bolso de mano.
Los dos que uso de forma alternada (y con los que, en general, estoy bastante satisfecha) son el tapete de viaje de Lululemon (me gusta la sensación de “agarre” adicional de este tapete) y el tapete de viaje Manduka eKO Superlite (muy plegable; incluso he conseguido meterlo en mi bolsa y aun así me ha sobrado espacio para mis aperitivos de vuelo, mis auriculares y el último número de Vanity Fair).
Prueba realizar una pequeña asana de aeropuerto (o pranayama, o meditación...) El yoga de aeropuerto es la sensación del momento. Al menos, así parecen indicarlo las fotos que veo en Instagram a diario. Aunque admiro la capacidad de algunas personas para adoptar una postura de árbol improvisada en la fila para el control de seguridad o para mantener la postura del pino en la cinta mecánica, personalmente me da un poco de vergüenza hacer asanas en público. Por eso me alegró descubrir que algunos aeropuertos (como el Aeropuerto Internacional de San Francisco, el de Dallas/Fort Worth y el de Chicago O'Hare) cuentan ahora con “salas de yoga”, espacios destinados específicamente a la práctica. Otros aeropuertos (como el Aeropuerto Internacional de Raleigh-Durham, el Aeropuerto Internacional de Albuquerque y el Aeropuerto Internacional de San Diego) disponen de salas de meditación a las que puedes escaparte para disfrutar de un momento de soledad antes del vuelo.
Algunos aeropuertos cuentan ahora con “salas de yoga”, espacios destinados específicamente a la práctica.
Busca estudios de yoga de la zona. Los viajes ofrecen una gran oportunidad para visitar nuevos estudios, practicar con diferentes profesores y explorar diversos estilos de yoga. También es una buena manera de hacer amigos de yoga a distancia. Y, como si fuera poco, algunos lugares brindan las “ofertas para nuevos alumnos” a los viajeros. Pero, antes de ir, asegúrate de que estén abiertos. Algunas academias de yoga cierran una o dos semanas en esta época, por lo que es una buena idea comprobar el horario en internet o llamar primero.
¿Y qué hay de ustedes, queridos lectores? ¿Tienen algún consejo práctico para las fiestas de fin de año que quieran añadir o compartir?