Cuando la depresión se instala, puede deberse a múltiples razones. Siendo yo misma alguien que ha experimentado depresión, adicción y pensamientos suicidas, no pretendo realizar diagnósticos clínicos ni aconsejar, solo quiero compartir algunas ideas y percepciones. Claramente, la depresión no es algo sencillo. No es algo de lo que puedas hablar casualmente, se manifiesta de forma sutil dependiendo del contexto y la química de la persona afectada. Para ser clara, este no es un artículo de investigación clínica, sino una exposición personal basada en mi experiencia acerca de las maneras en las que el yoga ha contribuido a sanar un corazón herido.
La depresión puede sentirse como una pérdida de vida. Hay una sensación de abatimiento inquebrantable, una niebla impenetrable y un dolor sordo que persiste bajo la piel. El ayurveda describe la depresión como un estado tamásico, siendo el tamas uno de los tres gunas o cualidades de la materia en la filosofía sankhya (la base del yoga y el ayurveda). Tamas es inercia, con un gran poder como fuerza estabilizadora. Sin embargo, se dice que demasiado tamas produce depresión y, finalmente, falta de vitalidad.
El ayurveda dice que el cuerpo físico es, por naturaleza, tamásico. Entonces, cuando nuestro cuerpo emocional y mental también se vuelven tamásicos, se produce un desequilibrio que puede derivar en un estado crónico como la depresión.
Durante la época en que experimenté depresión, sentí que estaba despierta pero soñando, como si estuviera viviendo en una realidad inexistente. Podía ver la vida pasar a mi alrededor, ver cosas buenas, aunque mi conexión con ellas se había ido. Sentía un hambre insaciable por algo que no podía nombrar. Necesitaba llenar un vacío indescriptible. Bebía y comía en exceso, lo que avivó mis cambios emocionales y energéticos. Mi cuerpo se sentía cada vez más pesado y apagado, mientras mi mente no encontraba interés en nada. Había perdido mi centro, mi base de operaciones.
Cuando perdemos el acceso a la naturaleza vibrante y dinámica del cuerpo, nos quedamos sin una de las principales herramientas que tenemos para crear y experimentar una vida llena de alegría. Aunque existen innumerables razones para esa pérdida, el yoga nos provee de algunos elementos cruciales para restaurar nuestra vitalidad.
A través del yoga, podemos emplear nuestras funciones biológicas innatas como el movimiento, la respiración o la vocalización para sanarnos desde adentro hacia afuera, restableciendo una relación armónica con nosotros mismos y con el mundo.
A veces, la anestesiante melancolía de la depresión puede hacer casi imposible sentir algo más que eso. Pero podemos comenzar a cambiar ese estado con métodos que nos permitan reconectarnos con nuestra cualidad física por medio de las sensaciones y el esfuerzo corporal que implica el ejercicio. Como, por lo general, la depresión está acompañada de la apatía, el simple hecho de comenzar a movernos puede convertirse en todo un desafío. Desde el punto de vista ayurvédico, el estado tamásico de la depresión necesita de una infusión de rajas (agitación o inquietud), para llevar al individuo a un estado armónico de sattva (equilibrio).
La interacción de estas cualidades (tamas, rajas y sattva) es inherente a todo con lo que estamos en contacto a diario, como la densidad de los muebles o la variabilidad del clima. Cuando empezamos a notar las cualidades más sutiles de nuestro entorno, podemos aumentar o aligerar nuestro peso emocional tan solo con involucrarnos con el mundo que nos rodea.
A través del yoga, podemos emplear nuestras funciones biológicas innatas como el movimiento, la respiración o la vocalización para sanarnos desde adentro hacia afuera, restableciendo una relación armónica con nosotros mismos y con el mundo.
El yoga, junto con sus asanas, es una vía fantástica para generar actividad gradual y visceral. El cuerpo físico se activa, los músculos se calientan, se estiran, se crea calor, la energía circula en forma de respiración consciente; todo esto crea una especie de llamada de atención a un cuerpo que ha estado aletargado casi hasta el punto de no tener vida, como fue mi experiencia. La mayoría de los practicantes se benefician de la variabilidad que proporcionan las asanas. Es altamente adaptable a la disponibilidad de tiempo, al nivel de aptitud física y a los intereses personales de cada uno.
Por ejemplo, aprender sobre la filosofía del yoga o los sistemas anatómicos sutiles (como los koshas) puede realmente despertar el interés de los alumnos, añadiendo una motivación extra para practicar. Y lo que es más, incluso una pequeña práctica sirve de mucho. Las posturas nos sacan de nuestros patrones de movimiento habituales para que podamos ver con mayor claridad nuestros patrones mentales y emocionales habituales. La variedad de las posturas también nos permite trabajar en el estado físico, emocional o mental en el que nos encontremos.
Cuando la depresión es la experiencia predominante, la vida puede volverse tediosa. ¿Pero qué es menos tedioso que ver una habitación al revés o coordinar tu respiración a una secuencia de vinyasa bellamente ordenada? Cuando estás deprimido, el movimiento puede ser como encender una luz en una habitación oscura. Y cuando puedas ver todas las opciones que tienes por delante, habrá menos dudas para avanzar.
Una gran primera práctica para alguien que está experimentando depresión podría ser un medio saludo al sol:
Ponte de pie, con los pies separados al ancho de tus caderas. Relaja los hombros y siente los pies arraigados firmemente en el suelo.
Inhala y levanta los brazos por encima de la cabeza.
Manteniendo los brazos extendidos, exhala y haz una flexión hacia adelante hasta que tus manos toquen el suelo (puedes colocar bloques para apoyar las manos o doblar las rodillas para llegar).
Inhala y da un paso hacia atrás con tu pie derecho para entrar en una estocada, manteniendo el talón delantero pegado al suelo.
Exhala y vuelve el pie derecho al frente, regresando a la flexión hacia adelante con los pies paralelos.
Inhala mientras te incorporas, estira los brazos hacia los lados y luego vuelve a subirlos junto a la cabeza.
Exhala. Baja los brazos a los costados y relaja tus hombros.
Repite con la pierna izquierda. Luego repite con la derecha y la izquierda dos veces más.
Esta práctica es maravillosa cuando necesitas una bocanada de aire fresco o recargar energía.
La práctica de pranayama (respiración) es la siguiente serie de poderosos interruptores que debes tener en cuenta para moverte desde tamas a sattva, ya sea que lo practiques por sí solo o en combinación con una práctica de asana. El pranayama es un “extractor” (ayama) de la fuerza vital (prana) por medio de varias técnicas, eficaz para ayudarte a reconectar el cuerpo y la mente. Aunque existen muchas otras prácticas complejas con promesas increíbles, la respiración pura (sama vritti) es una práctica que no debe pasarse por alto por su simplicidad. Esta técnica para restablecer el equilibrio de la ondulación respiratoria no necesita retención del aire, ni posiciones incómodas de las manos ni cambios en el ritmo de la respiración. Es pura en la entrega y en la práctica, su único requisito es contar:
Inhala contando hasta tres, cuatro o cinco.
Exhala contando la misma cantidad.
Respira solo con la nariz de ser posible. Haz que las transiciones sean suaves, adaptando la técnica a las limitaciones diarias y a tu capacidad de respiración tanto como necesites.
Sama vritti brinda grandes beneficios, no importa el lugar o momento del día en que hagas esta práctica. Otro punto a favor que tienen este tipo de prácticas de consciencia en la respiración es que puedes realizarlas sin que todo el cuerpo participe (al contrario de lo que sucede en las asanas, donde algunas personas se pueden sentir vulnerables). Sin embargo, puede ofrecer las mismas ventajas sensoriales y revitalizantes del movimiento (aunque sea interior).
Por último, el mantra es otra bella forma de volver a despertar una conciencia sutil de nuestra cualidad física e incluso nuestra cualidad sensorial. El mantra es la práctica de repetir sonidos o palabras como una manera de enfocar la mente. Los mantras pueden estar, o no, en sánscrito y pueden practicarse en silencio o en voz alta. La práctica de cantar un mantra puede alargar o enlentecer la respiración sin que nos tengamos que concentrar en ella (algo que puede ser difícil para algunas personas). Además, al vocalizar o cantar el mantra, el practicante puede establecer un fuerte foco para la mente, que es sattvítica por naturaleza.
Se dice que la vibración física del mantra —más que el sonido en sí— despierta esa sensación sutil de tacto interno, que se asemeja a una asana muy suave. Piensa, por ejemplo, en la capacidad que tenemos para calmar a un bebé inquieto tarareando, arrullando o cantando.
Según la tradición del yoga, al usar mantras en sánscrito para esta práctica, le sumamos la fuerza vibracional de este idioma. Además, la potencial barrera del idioma puede liberarte de cualquier desconexión mental que surja al verbalizar algo en lo que no estás dispuesto a creer cuando estás saliendo de un episodio de depresión (por ejemplo, las afirmaciones positivas). En vez de pensar “no creo en esto”, puedes enfocarte en la resonancia del sonido dentro de tu cuerpo y sentir las palabras en tu boca.
Crear resonancia interna con los mantras yoguis brinda un tipo de rajas de sattva (actividad o movimiento que trae equilibrio) al cuerpo, a la respiración y a la mente. No es necesario que el practicante tenga que entender sánscrito o “creer” en alguna deidad asociada al mantra. Se cree que la expresión vibratoria de estos antiguos poemas armoniza el tejido denso del cuerpo con el pulso extático del corazón y la fantástica flexibilidad de la mente.
Cuando el peso de la depresión se desvanece, podemos comenzar una investigación interna que nos permita comenzar otras terapias complementarias y cambios de vida. En mi caso, una terapia de expresión artística, junto con prácticas de cocina ayurvédica y un tradicional entrenamiento de fuerza hicieron una gran diferencia. El movimiento de las emociones al usar las artes, la escritura o la danza me ayudaron a evitar caer en el sentimiento de tristeza, permitiéndome experimentar emociones fuertes de forma más parecida a una ola pasajera que a una sentencia de cárcel. La estabilidad y el sustento que obtuve de los ejercicios de alta intensidad, además de los alimentos ayurvédicos, me mantuvieron cada día conectada a un sentido de vitalidad, inclusive en esos días en los que debía trabajar más duro para llegar a mi meta.
Para poder encontrar la armonía con uno mismo se debe afrontar el obstáculo del yo. Si deseas ver la luz (sattva), el obstáculo (tamas) debe quitarse del camino (rajas). Como dice el poeta David Whyte:
“Una de las necesidades básicas del autoconocimiento es el entendimiento, incluso para sentir el sabor único, la razón singular de tu reticencia a estar aquí. Esta es la clave para entender lo que se interpone entre tu ser y la sensación de libertad.”
Ya sea vergüenza, duda, desánimo, conflicto interno o externo, observa cuidadosamente eso que oscurece el corazón. Encuentra consuelo en la sensibilidad porque es señal de vitalidad. Siempre recuerda cómo el tacto de tu propia mano, el latido de tu corazón y el suave vaivén de tu respiración te impulsan de vuelta al mundo.