Si has estado haciendo mucho menos yoga en línea que al comienzo de la pandemia de la COVID-19, cuando recién habían cerrado sus puertas la mayoría de los centros de yoga, no significa que estés perdiendo tu entusiasmo por la práctica. En realidad, es posible que estés sufriendo de la "fatiga de Zoom". La fatiga de Zoom es el estado de sentirse física y mentalmente agotado después de una gran cantidad de reuniones por videoconferencia o clases virtuales en vivo. Esta es solo una expresión más que hemos añadido a nuestro vocabulario colectivo desde que comenzó la pandemia, como lo hicimos con "distanciamiento social" y "quedarse en casa".
Antes de la COVID-19, muchas personas ajenas a la comunidad tecnológica ni siquiera habían oído hablar de Zoom. Pero, según un artículo de Psychology Today, esta empresa de software pasó de 10 millones de usuarios diarios a finales de 2019 a 300 millones tan solo unos meses después, cuando quedarse en casa se convirtió en la norma. El mundo entero parece estar en la plataforma y ahora se usa para todo: desde happy hours en las empresas a fiestas de cumpleaños, pasando por bodas y, por supuesto, clases de yoga.
Si existe algún aspecto positivo en la pandemia, es que Zoom ha permitido conectar a estudiantes y maestros que de otro modo jamás se hubieran conectado. Aunque el yoga en línea estaba consolidado mucho antes de que surgiera la COVID-19, la pandemia obligó a casi todos los profesores a trasladar sus clases a la transmisión digital en vivo, lo que les dio la ventaja de permitirles llegar a alumnos de todas partes del mundo. De la misma manera, los estudiantes que querían aprender con determinados maestros pero no podían hacerlo por limitaciones geográficas, tuvieron la oportunidad de aprender con el maestro que querían. ¡Y todo esto en tiempo real!
Vale aclarar que gran parte de las otras áreas de la vida también se ha trasladado a internet: trabajamos en línea y, si estudiamos o tenemos hijos en edad escolar, muchas veces también hacemos aprendizaje a distancia. Un día mi marido tuvo cinco reuniones virtuales seguidas: ¡eso es demasiado Zoom!
Cuando recién comenzábamos a quedarnos en casa, muchas personas tomaban varias clases de yoga al día y la asistencia era alta, principalmente porque no existían límites de espacio. Algunas personas me dijeron que la posibilidad de practicar mucho yoga era una de las únicas ventajas de estar atrapado en casa, ya que facilitaba la conexión.
Sin embargo, a medida que pasaban las semanas y los meses y se retrasaban las reaperturas de los centros de yoga, el tamaño de las clases parecía reducirse. Incluso los profesores más experimentados me dijeron que el tamaño de sus clases se redujo casi a la mitad. En mi caso, tenía casi 40 personas en mi primera clase de Zoom personal y, tras volver de la baja por maternidad en medio de la pandemia, ahora tengo entre 4 y 6 estudiantes. Cuando empecé a preguntar por qué habían reducido su participación en las clases o directamente habían dejado de asistir, comencé a escuchar sobre la sensación de "resaca" que se producía luego de haber pasado mucho tiempo en Zoom.
La clase de yoga solía ser un refugio de nuestras rutinas diarias, pero ahora nuestros roles se mezclan. Vivimos, trabajamos, aprendemos y jugamos en un solo lugar: frente a nuestra computadora. Es comprensible que, como resultado, a mucha gente le resulte menos atractivo hacer yoga a través de Zoom, aunque ahora es el momento en que más podríamos beneficiarnos de nuestra práctica.
Por suerte, podemos combatir la fatiga del Zoom. Esto nos permitirá continuar con nuestra práctica y permanecer conectados durante estos días de incertidumbre. Aquí tienes algunas maneras de hacerlo.
1. Tómate unos minutos antes de que empiece la clase para prepararte.
Aunque una de las ventajas del yoga online es que no necesitamos trasladarnos físicamente para tomar la clase, nuestra práctica sigue siendo un viaje y es importante que nos preparemos antes de embarcarnos. Pero, por lo general, nos encontramos haciendo un millón de cosas antes de que comience la clase y nos conectamos apurados a último minuto. Si bien creemos que estamos aprovechando al máximo nuestro tiempo, sentarnos un momento en silencio será mucho más beneficioso para nuestro sistema nervioso y nuestro bienestar general que responder unos correos electrónicos más o hacer una última tarea doméstica.
Siéntate en tu tapete al menos tres minutos antes de que comience la clase. Puedes mantener la cámara apagada o no registrarte para no sentir la presión de participar o estar "disponible". Acomódate y respira profundo; tu práctica se verá enriquecida y te sentirás más presente durante toda la clase.
2. Minimiza la pantalla y utiliza solo el audio.
Cuando hacías yoga presencial, ¿con qué frecuencia observabas al maestro o a los alumnos mientras practicabas? Supongo que no mucho. Si bien es posible que levantes la vista de vez en cuando para asegurarte de que sigues bien los ejercicios, solemos mirar puntos fijos del salón. Por ejemplo, en la postura del perro boca abajo miramos hacia el piso y en la postura del guerrero II miramos hacia el frente del salón. Sin embargo, cuando practicamos en línea, tenemos el impulso inconsciente de mirar la pantalla para ver al maestro y —seamos sinceros— a nosotros mismos. Esta dispersión de la atención desafía al cerebro y, además, es exactamente contraria al objetivo de nuestra práctica, que consiste en enfocar nuestra atención en un solo punto.
Prueba minimizar la ventana de Zoom hasta que quede una barra de herramientas pequeña y escucha únicamente las instrucciones. Si te pierdes un poco, ¡que así sea! En definitiva, tú eres tu mejor maestro y practicar de esta manera te ayudará a permanecer conectado con tu cuerpo y tu experiencia.
3. Invita a tu familia a tomar clases contigo.
Otra causa de la fatiga de Zoom es el estrés de las interacciones sociales en este formato virtual. Si solíamos sentirnos cómodos socializando antes o después de la clase, o como mínimo al estar en una sala con otras personas, es mucho más difícil conectarnos con nuestros amigos antes o después de una clase virtual. La mayoría de los profesores silencian a los alumnos antes de que empiece la clase; también suele suceder que justo cuando empiezas a hacer o responder una pregunta, entra otra persona y comienza a hablar. En las reuniones presenciales podemos apartar la mirada o dar un paso atrás cuando estamos esperando para hablar con alguien. En Zoom, cuando queremos hablar con el maestro, muchas veces nos vemos obligados a esperar incómodos frente a la pantalla hasta que llegue nuestro turno o nos presten atención.
Crea tu propia mini sala de Zoom, invitando a las personas que viven en tu casa a practicar contigo. Si te sientes cómodo practicando al aire libre, saca tu computadora e invita a uno o dos amigos para que se unan a tu clase. Si reunirte en persona no te parece seguro, anótate en una clase privada con tu maestro favorito para recibir una atención más personalizada.
4. Evita la multitarea.
El yoga por Zoom además del beneficio de no tener que desplazarte, te permite apagar la cámara y mantenerte en el anonimato. Aunque esto resulta atractivo para muchas personas, también se convierte en una invitación para realizar otras actividades durante la clase. De repente, puedes mirar tu teléfono o levantarte e irte. El estudio de yoga nos brindaba un espacio donde las distracciones del exterior quedaban afuera.
Si es posible, deja el teléfono en otra habitación, cierra la puerta y comprométete a permanecer en tu tapete durante toda la clase, salvo en casos de emergencia o si precisas ir al baño. Todo lo demás puede esperar. Después de una clase bien enfocada, podrás ocuparte mucho mejor de los asuntos que requieran tu atención que si intentas responder al correo del trabajo mientras practicas la postura de la paloma.
5. Quédate más tiempo en savasana.
La mayoría de las clases virtuales son más cortas, lo que significa que los tiempos de savasana también son más reducidos. También puede que no haya un tiempo de transición antes de la clase y, al no estar en estudio de yoga, tampoco existe una transición entre la práctica y el regreso al trabajo o a las tareas del hogar. Tomar el teléfono y volver a las tareas pendientes de inmediato es una manera infalible de perder el entusiasmo por el yoga.
Al final de la clase, apaga la cámara y/o silencia al profesor y quédate en el descanso final unos minutos más. Esto te ayudará a regresar al mundo exterior tranquilamente, en vez de lanzarte a él.
Hacer yoga nos conecta, sin importar si estamos juntos físicamente o no.
Sé que hacer yoga en línea no es lo mismo que practicar yoga en un grupo presencial, pero tiene la enorme ventaja de permitirnos mantener nuestra práctica en una suerte de comunidad. Al fin y al cabo, lo único que necesitamos es nuestro tapete y nuestra respiración, ya que la práctica nos recuerda que siempre estamos conectados unos con otros, sin importar si estamos en el mismo lugar o no.