Cómo mejora la práctica a medida que envejecemos

Comparte:

Mucho tiempo atrás, creía tener “todas las respuestas” sobre cómo envejecer saludablemente. Hasta que un buen día, ¡me hice mayor de verdad! Ahora que ya tengo 60 años, puedo decir que el juego para mantenerme fuerte ha subido de nivel.

A pesar de nuestras mejores intenciones, la vida siempre nos sorprende. En algún momento nos despertamos y nos damos cuenta de que estamos un poco desgastados, descubrimos que ya no tenemos la misma vitalidad de antes.

En la juventud pensamos que tenemos todas las respuestas, pero luego la vida se encarga de recordarnos cuánto ignorábamos. Cuando empecé a practicar yoga tenía más de cuarenta años y los maestros más jóvenes me decían que me lo tomara con calma y que fuera cuidadosa; su intención era buena y no querían que me hiciera daño. Cuando llegué a los cincuenta años, me tomé muy en serio esos temores. Al envejecer me sentí cada vez más frágil, pero no necesitaba que me recordaran mis miedos en cada movimiento. Lo que en realidad necesitaba era motivación.

Ahora, el juego ha cambiado otra vez. Tengo necesidades diferentes que nunca llegué a prever.

El mundo del yoga se centra en gran medida en los practicantes jóvenes, pero los yoguis de mayor edad tienen requerimientos específicos para el cuerpo, la mente y, sobre todo, el espíritu. Si fuera posible, animaría todo el tiempo a todos los yoguis mayores a lograr cualquier cosa, aun cuando deban ser más considerados con sus nuevas limitaciones físicas.

No pensaría así si no hubiera conocido a Desiree Rumbaugh en 2007. Como maestra, me motivó a probar inversiones y posturas de equilibrio en brazos, además de animarme a profundizar en mi práctica. Juntas escribimos el libro Fearless After Fifty. Lo que hace excepcional a Desiree es que siempre está buscando nuevas formas para vivir con mayor vitalidad. Su misión durante estos últimos años es la de ser feliz y saludable.

Trabajar con Desiree me demostró que, al envejecer, lo más importante es desafiarnos a nosotros mismos, fortalecer los músculos y mejorar nuestras habilidades para sentirnos firmes sobre nuestros pies. Cuando nos sentimos fuertes y estables, dejamos de preocuparnos por las caídas y permitimos que nuestro espíritu se sienta libre otra vez.

Con la guía de Desiree, ahora tengo algunas certezas: sé qué necesitamos para madurar mejor, ser más sabios, fuertes y valientes practicando yoga. Recientemente, hicimos una lluvia de ideas sobre mantenernos en este camino y envejecer juntas como yoguis. Aquí tienes algunas de estas ideas:

Encuentra ejemplos a seguir de mayor edad

Existen muchos referentes mayores en el yoga, pero no siempre son vistos o escuchados. Cuando comencé, ¡pensaba que todos los yoguis tenían veinte años! Después descubrí a Vanda Scaravelli y su libro, Awakening the Spine. Muchas de las fotografías que aparecen allí son de ella misma con noventa años. Me hizo sentir que es posible tener fuerza y flexibilidad a cualquier edad.

En el caso de Desiree, el primer modelo a seguir fue su maestro B.K.S. Iyengar. Admiraba su creatividad y longevidad en la práctica, que mantuvo intacta hasta los noventa años. También la inspiraron Patricia Walden y John Schumacher.

Hoy en día, sigo a Desiree y a otros practicantes mayores para mantenerme motivada e inspirada en mi práctica. Pero, siendo honestos, las historias de este tipo son difíciles de encontrar, ya que los medios no suelen interesarse. No obstante, he conocido muchos maestros y compañeros mayores en las clases de yoga.

Entiende que las cosas cambian

Lo que sucede con el cambio es que muchas veces, cuando ocurre, no lo reconocemos. Pensé que los cincuenta serían mi punto de inflexión, pero en realidad fueron los cuarenta. Era una entusiasta corredora, luego empecé a sentir dolor y rigidez en las articulaciones. Continué corriendo porque pensaba que el dolor desaparecería, pero no es así como funcionan las cosas.

Si quieres un cambio, tienes que hacer un cambio. ¿Quién iba a saberlo? Así fue como empecé a practicar yoga para complementar mi ejercicio. Estaba tan rígida que me tomó un tiempo acostumbrarme, ¡pero antes de una década ya podía tocarme los dedos de los pies! Con los años, mi práctica de yoga me trajo más alegrías que correr y cambié una cosa por la otra.

Envejecer significa que todos los días, desde que te despiertas, habrá algo nuevo en tu vida. A mis cincuenta años, la artritis me dejó dos cirugías de rodillas y tres vértebras cervicales fracturadas. Pero, afortunadamente, Desiree me mostró cómo despertar mi curiosidad sobre el envejecimiento y los cambios físicos que produce. En vez de preocuparme, pensé: ¿cómo puedo trabajar con esto? Estar consciente y dispuestos a intentarlo nos dará algo de control sobre la situación, incluso cuando nunca lleguemos a un control total.

En el caso de Desiree, se dio cuenta de que su cuerpo comenzó a cambiar a los cincuenta y cinco años. Sufrió lesiones en los hombros, cuello y columna por exigirse más de la cuenta con posturas cada vez más profundas. Tuvo que acudir a médicos y “desarmar” su práctica pieza por pieza. Le tocó reaprender ciertas cosas y cambiar sus hábitos. “Debes transitar ese momento en el que te das cuenta de que, si sientes dolor, no puedes hacer las cosas de la misma manera”, me explicó.

LAS COSAS QUE MEJORARON

No le creas a los que dicen que al envejecer todo es malo. La realidad es que, cuando reaprendes lo que puedes hacer con tu nuevo cuerpo, se adquiere una sensación de libertad y empoderamiento.

Desiree era una bailarina muy flexible. Ya en la mediana edad, su cuerpo le pasó “factura” en forma de múltiples lesiones. Recurrió a entrenamiento de pesas y fuerza para sanar. “Si eres flexible, debes ir al lado opuesto para encontrar el punto medio”, me comentó. “Con el yoga enseguida te das cuenta de que si solo buscas realizar una postura, puede que la consigas, pero no la mantendrás. La única forma de mantener tu práctica a largo plazo es fortaleciéndote donde eres débil”. Ahora, ella está muy feliz con sus flexiones hacia atrás, en especial con urdhva dhanurasana (postura de la rueda o arco hacia arriba). Antes realizaba esta postura empujando con las axilas, pero ahora usa los músculos de su espalda como palanca, lo que la hace sentir más segura y fuerte.

Por mi parte, una cosa que mejoró fue mi flexibilidad. La primera vez que me toqué los dedos de los pies con las piernas estiradas se sintió como un milagro. Ahora los alcanzo con relativa facilidad.

Pero lo que en realidad me trajo felicidad fue el haber cambiado mi perspectiva. Con el pasar de los años, he tenido que ser más indulgente con mi práctica. Me acepto y asumo desafíos que puedo realizar, dejando a un lado lo que no puedo hacer. Ahora ese elemento extra hace que mi práctica se sienta verdaderamente como yoga.

Ya no persigo una postura detrás de otra. En lugar de eso, practico el desapego al resultado y me concentro en la preparación. Puedo estar en mi tapete por dos horas practicando posturas básicas. Trabajo en un perro boca abajo con las piernas estiradas o flexionadas, me enfoco en la movilidad de la columna con las posturas del gato y la vaca. Hace años, esta práctica me hubiera aburrido, pero en esta etapa me trae mucha alegría. Además, la constante preparación ya está dando sus frutos y ahora puedo disfrutar de hacer una hanumanasana (postura del mono o apertura de piernas total) y de las flexiones hacia atrás. Esto solía estar completamente fuera de mi alcance, pero parece ser que la práctica sí funciona.

LAS COSAS QUE SON MÁS DIFÍCILES

Honestamente, debo decir que hay otras cosas se hacen más difíciles o completamente imposibles. Luego de sufrir una fractura en un disco cervical por un accidente, he tenido que abandonar conscientemente las posturas sobre la cabeza. Debido a mis nuevas rodillas de titanio, también debo evitar saltar de una postura a otra. Por último, practico mis inversiones cerca de una pared, ya que podría romperme un hueso si me caigo. Envejecer significa equilibrar el riesgo y la recompensa. Ser cuidadosos y estar presentes se siente como un autocuidado.

A Desiree le resulta más difícil hacer las posturas de manera correcta usando la fuerza, que emplear su flexibilidad natural. “Cuando voy hacia atrás, en vez de flotar en la posición, ahora uso todos los músculos de mi espalda”, dice. “Si lo hago de la manera correcta, me canso. Me muevo con más lentitud, pero lo que hago requiere más habilidad y lo siento mejor para mi cuerpo”.

CÓMO PODEMOS DARNOS CUENTA DE QUE LO MEJOR ESTÁ POR VENIR

La realidad de envejecer es que, aunque muchos movimientos se hacen más difíciles o incluso imposibles de llevar a cabo, muchos otros se hacen mejores y más hermosos. Tienes casi el mismo cuerpo, un poco más desgastado pero más resiliente. Después de vivir tantas experiencias, la mente es más comprensiva y curiosa, mientras que el espíritu se vuelve optimista.

En el caso de Desiree, aprender a practicar con la fuerza le ha permitido ahorrar tiempo: “Puedo realizar posturas y profundizarlas bastante con más eficiencia porque mi motor está debidamente afinado. Ya no dependo de los saludos al sol o de las repeticiones para calentar. Es sorprendente. Cuando tienes sesenta años, tienes una mente más sabia y un cuerpo relativamente juvenil. ¡Qué mal que no me sentía así a mis veinte años!”.

EL REGALO DE LA GRATITUD

Para mí, envejecer ha sido un verdadero regalo de gratitud. Me encanta ver lo que puedo hacer. Ya no doy todo por sentado como cuando era joven. El placer y la sorpresa que experimento cuando descubro de lo que es capaz el cuerpo humano (y mi cuerpo) es simplemente abrumador. A veces derramo lágrimas de alegría durante mi práctica.

Sí, envejecer tiene sus momentos difíciles. Quizás he tenido que dejar ir algunas cosas, pero lo que he ganado a cambio ha sido esta increíble sensación de dicha y jovialidad.

Siento que no tengo límites ahora. Eso es un regalo muy especial cuando eres mayor.

Acerca del Maestro

teacher avatar image
Michelle Marchildon
Michelle Marchildon is the Yogi Muse, an award-winning author and blogger. She is the co-author with... Leer más