Aún no había amanecido cuando los chillidos de una manada de chacales merodeadores destrozaron la pacífica noche de la India rural. Sus aullidos resonaron en las paredes del valle y aterrorizaron a cada pequeña criatura en la maleza, incluyendo a algunos yoguis que dormían en el campus del Himalayan Institute en Khajuraho. "Los seres humanos no son el típico desayuno de los chacales" me dije con el fin de tranquilizar a mi agitado sistema nervioso. Mi mente racional sabía que esto era cierto, pero el resto de mi ser no estaba tan seguro.
Los sistemas de defensa programados en nuestro sistema nervioso y cerebro se ejecutan a un nivel profundo y no son fáciles de controlar. Los psicólogos han observado un "sesgo de negatividad", es decir, una tendencia a interpretar que estamos en peligro y a responder con más fuerza a los estímulos amenazantes que a los benignos o positivos (dos tercios de las células de la amígdala, la estructura cerebral asociada a las emociones instintivas y la memoria, rastrean las experiencias desagradables). En un esquema más amplio, no es difícil ver cómo este sesgo se ha infiltrado en nuestra herencia. Un plácido conejo que no está preparado para correr desesperado hacia un lugar seguro se convertirá probablemente en el desayuno de un chacal, mientras que su nervioso amigo conseguirá escapar. Y mientras que un humano asustadizo confunde una cuerda con una serpiente y se convierte en nuestro antepasado, otro humano más confiado —que también podría haber sido nuestro pariente— comete el error opuesto y fatal.
Dos tercios de las células de la amígdala, la estructura cerebral asociada a las emociones instintivas y la memoria, rastrean las experiencias desagradables.
Todo esto está muy bien si realmente estamos en peligro físico. Pero, ¿quién quiere pasar toda su vida en un agotador y a menudo innecesario estado de cuasi terror?
Es más: los seres humanos —que tenemos más autoconciencia, memoria e imaginación que un conejo— nos sentimos amenazados no solo por los chacales, sino también por numerosas y complejas amenazas a nuestra imagen personal, a la seguridad emocional, a la realización de nuestras ambiciones y deseos y a nuestro estatus en la familia y la sociedad (por nombrar solo algunas de los temas de preocupación asociados a estar vivo y ser humano). Pero independientemente del origen o la legitimidad de la amenaza percibida, la respuesta de nuestro sistema nervioso es la misma: poner en marcha los sistemas de preservación personal.
Pero espera, hay más. El sesgo de negatividad no es la única causa de la ansiedad innecesaria y el pensamiento negativo. La neurociencia nos dice que incluso cuando estamos sentados ociosamente en el patio, supuestamente relajados y sin preocuparnos por los chacales, la red neuronal por defecto (RND) está activa. La RND es un conjunto de regiones cerebrales interconectadas que incluye varias áreas del cerebro asociadas con la mente errante y el procesamiento autorreferencial, es decir, el pensar en "mí". La RND revisa constantemente quiénes somos y cómo nos va. Y aquí está lo mejor: la actividad de la red neuronal por defecto se correlaciona con la infelicidad.
Así que tenemos un sistema de autoconservación de gatillo fácil y un modo de funcionamiento mental predeterminado asociado con la infelicidad. No es precisamente una receta prometedora para lograr una profunda paz interior y una alegría duradera. Afortunadamente, los sabios y los yoguis comprendieron claramente estas tendencias de la mente y plantearon una serie de formas de dominar y utilizar con habilidad este maravilloso instrumento.
Por investigaciones y por experiencia, sabemos que el yoga reduce la respuesta al estrés y restablece la estabilidad y el equilibrio del sistema nervioso. La conciencia del cuerpo y de la respiración en las asanas desarrolla la concentración en la experiencia interna y atenúa el estado obsesivo de "ensimismamiento" generado por la RND. En particular, el hatha yoga regula las funciones inconscientes del sistema nervioso y la mente, que no necesariamente actúan de forma inteligente.
Este entrenamiento de la mente con el hatha yoga sienta las bases para la meditación, la que ayuda aún más a que la mente se concentre en algo distinto a sus preocupaciones habituales y permite que aflore el poder de la conciencia pura. Los estudios demuestran que la red neuronal por defecto del cerebro está relativamente desactivada en la meditación y menos activa en general en las personas que meditan desde hace mucho tiempo. Además, las personas que practican la meditación también tienen una mayor resiliencia emocional y disfrutan de los numerosos beneficios para la salud que se relacionan con un sistema nervioso bien regulado.
Otros aspectos de la práctica del yoga —incluyendo la devoción, el servicio y los preceptos éticos como los yamas y los niyamas— nos guían para actuar de acuerdo con nuestra inteligencia y nuestras mejores intenciones, en lugar de reaccionar ciegamente a cualquier señal de los sistemas de defensa y de la mente inconsciente. Al equilibrar el sistema nervioso y calmar las tendencias errantes de la mente, aparecen el discernimiento, la empatía y la compasión. Y de esta manera, nos sentimos más felices y en paz con nosotros mismos y con los demás.
El bienestar que genera la práctica del yoga favorece el correcto uso de las capacidades mentales y emocionales. Cuando esto sucede, en vez de alimentar las quejas y el arrepentimiento, la memoria nos informa sobre las decisiones productivas. También hace que la imaginación estimule la creatividad y proporcione nuevas soluciones a los problemas, en lugar de alimentar esa ansiedad que nos deja inmovilizados de miedo cuando aúllan los chacales.
La próxima vez que te sientas tentado a regañarte por tus pensamientos negativos —o cuando te encuentres en las garras del odio, la ira, el miedo o la inercia— recuerda que la mente se inclina en esa dirección porque tu cerebro y tu sistema nervioso están básicamente programados para favorecer la angustia psicológica. En ese momento, debes reconocer que tienes el poder y las herramientas para anular el piloto automático del sistema nervioso. Puedes frenar tus reacciones y dejar que el discernimiento y la claridad guíen tus estados internos y tu comportamiento.
Cuando tu facultad racional te recuerda que los humanos no son el desayuno de los chacales, es más fácil disfrutar del llamado de la naturaleza y dirigirte a tu lugar de meditación una hora antes del amanecer.