A pesar de que la fascia (una vasta estructura del tejido conectivo fibroso en nuestro cuerpo) ha estado con nosotros todo este tiempo, sólo ahora ha comenzado a ser apreciada por el invaluable rol que juega en la salud y funcionamiento del cuerpo. Se ha escrito y enseñado mucho sobre las estructuras más conocidas del cuerpo —como huesos, músculos, órganos, vasos sanguíneos y nervios— pero durante años de investigación anatómica la fascia ha sido reducida al papel de “llenar espacios” dentro de nosotros. De hecho, el campo de investigación de la fascia es tan nuevo que hay una increíble cantidad de cosas que aún no sabemos sobre este misterioso tejido, pero podemos afirmar que es una parte de nuestro cuerpo mucho más dinámica, comunicativa e integral de lo que habíamos pensado.
Durante años de investigación anatómica la fascia ha sido reducida al papel de “llenar espacios” dentro de nosotros.
En lugar de pensar en la fascia como un inanimado relleno de nuestros cuerpos, ahora sabemos que este sistema fascinante es una red de conexión 3D que envuelve e interrelaciona todas nuestras “partes”. Técnicamente, nuestro sistema fascial está compuesto de todos los tejidos conectivos blandos que están dentro de nosotros. Este sistema basado en fibra y fluido incluye las 3 capas fasciales (llamadas superficial, profunda y de revestimiento) así como también los ligamentos y tendones.
La palabra fascia en Latín significa “banda”, lo cual resulta apropiado si consideramos la forma en que este tejido “nos une, nos junta” en el interior. Si bien imaginamos las partes individuales del cuerpo como estructuras independientes, la realidad es que nuestra fascia envuelve a los músculos, huesos, órganos, nervios y vasos sanguíneos en una red 100% interconectada. Su función es unir, no separar.
Tomemos como ejemplo a los músculos. Cuando hablamos de los beneficios físicos de las asanas, generalmente hacemos foco en qué músculos son estirados o fortalecidos en una postura en particular. Podríamos decir que pashchimottanasana (postura de la pinza) “estira los isquiotibiales”. Pero, en realidad, nuestros músculos están completamente envueltos y entrecruzados con tres capas distintas de fascia. De hecho, estas tres capas se unen en los extremos de los músculos y se convierten en tendones. Los músculos y la fascia están tan ligados que, si hablamos de un músculo y sus tendones, podemos referirnos a él como una unidad miofascial en lugar de simplemente decir “músculo”.
Esto significa que en las prácticas de asana siempre estamos manipulando los músculos y la fascia juntos. No hay una sola postura que se enfoque solo en los músculos o solo en la fascia. Además, nuestros músculos (o unidades miofasciales) nunca operan de forma individual, como músculos aislados, aunque hablemos de ellos como si lo hicieran. A través de las conexiones fasciales, los músculos se enlazan en largas cadenas funcionales y, en realidad, son estas cadenas miofasciales más grandes las responsables del movimiento. En lugar de enfocarnos en la separación de nuestras “partes”, la fascia nos da la oportunidad de apreciar la realidad de nuestra interconexión.
Cuando miramos la fascia podemos ver una representación viva, tangible del principio de unidad en nuestro propio cuerpo.
Como yoguis, quizás estemos familiarizados con la idea de utilizar una práctica como un medio para disolver la ilusión del ser individual (atman) y conectarnos a la unidad mayor trascendente de la cual somos parte (brahman). Cuando miramos la fascia podemos ver una representación viva, tangible del principio de unidad en nuestro propio cuerpo. La red fascial continua nos une en nuestro interior y crea un ambiente en el cual lo que sucede en un área localizada del cuerpo (un estiramiento de yoga, un masaje, una herida) afecta directamente al cuerpo como un todo.
Además de establecer nuestra interconexión literal, también juega un rol importante al ayudar a nuestro cuerpo a sentirse a sí mismo sin necesidad de verse desde afuera. La fascia está repleta de innumerables terminaciones nerviosas sensoriales que están comunicando constantemente al cerebro la posición del cuerpo en el espacio. Esta habilidad del cuerpo para usar “visión interna” para sentirse a sí mismo se llama propiocepción (también llamado “el verdadero sexto sentido”). En este momento estás utilizando propiocepción mientras lees este artículo. Esto sucede porque si no tuviéramos la habilidad de sentir al cuerpo con nuestra “visión interna”, no seríamos capaces de movernos por la vida de manera controlada. Sin la propiocepción, probablemente todos estaríamos tendidos en el piso como montones indefensos y descoordinados. ¡Es realmente importante!
Debido a que nuestro sistema fascial es el órgano principal de la propiocepción, la salud de nuestra fascia está directamente relacionada con el desarrollo de nuestra "visión interna".
Todos tenemos un nivel básico de propiocepción que le permite al cuerpo moverse por la vida, pero ahora estamos aprendiendo que la propiocepción de alta calidad puede ser clave para un envejecimiento saludable. Los investigadores han descubierto recientemente un vínculo entre el aumento de los niveles de propiocepción y el descenso de los niveles de dolor en el cuerpo. En otras palabras, cuanto más tu cerebro pueda sentir correctamente a tu cuerpo, menos dolor experimentarás. Además, cuanto más desarrollada esté tu propiocepción, tus movimientos diarios serán más hábiles naturalmente, reduciendo las probabilidades de lesiones (esto se vuelve más importante a medida que envejecemos).
Debido a que nuestro sistema fascial es el órgano principal de la propiocepción, la salud de nuestra fascia está directamente relacionada con el desarrollo de nuestra "visión interna". Una de las tantas formas en que la fascia se mantiene saludable es experimentando movimientos variados (lo opuesto a repetitivos). Si todo el tiempo cargamos nuestro tejido fascial de la misma manera (con actividades repetitivas como correr, andar en bicicleta, realizar muchas chaturangas o sentarnos en la computadora ocho horas por día), se debilitará y estará más predispuesto a lesionarse. Si en vez de eso alimentamos a la fascia con una serie de movimientos —desde yoga no-repetitivo y ejercicios terapéuticos como caminar sobre diferentes terrenos, escalar rocas y árboles, hasta realizar ejercicios diarios y masajes— nuestra fascia va a responder adaptándose a la diversidad de movimientos y crecerá más fuerte y resiliente. La variabilidad de los movimientos y la alta calidad de la propiocepción son algunas de las herramientas más poderosas que podemos utilizar para envejecer de buena manera.
La investigación de la fascia ha arrojado nuevas conclusiones sobre la estructura y función de nuestro cuerpo. A medida que este campo emergente se desarrolle surgirá más información fascinante. Mientras tanto, cuidemos de la fascia con nuestra práctica del yoga y otras formas de movimiento saludable para que pueda continuar haciendo su increíble trabajo de sostener nuestro cuerpo desde el interior.