Para los estudiantes de yoga que recién comienzan, algunas indicaciones dadas en clase necesitarían un manual explicativo. "Escucha a tu cuerpo" es una de ellas. Al principio, este consejo me pareció confuso y cuestionable, pero hoy me gusta por lo que intenta comunicar y por todo lo que implica. La explicación que sigue es para aquellos estudiantes que quedan perplejos al escuchar esta frase; las sugerencias son para los maestros que sientan interés por jugar con ella en clase.
Como sucede con otras indicaciones de yoga, la frase “escucha a tu cuerpo” puede ser mal entendida, y de diversas maneras.
Para algunos de nosotros, el consejo de obedecer al cuerpo dispara una serie de “peros” y “porqués” en nuestra mente. Queremos protestar con un “¿y qué tal si lo que quiere mi cuerpo es estar mirando TV en vez de estar en esta clase de yoga?” Otras veces, todo lo que el cuerpo pide es una relajación, aunque sabemos que un poco de movimiento nos sacaría del letargo. ¿Y qué decir de las ocasiones en que el cuerpo dice “no” solo porque algo es un poco más difícil o resulta nuevo?
Es lógico que evitemos los movimientos que no nos resultan adecuados, ¿pero acaso no existen desafíos que vale la pena enfrentar?
¿Qué pasa si el maestro está enseñando la postura del árbol y todos están concentrados en su equilibrio, pero mi cuerpo tiene un impulso repentino de bailar breakdance? ¿Qué hay de esas veces en las que mi cuerpo siente las ganas de emitir un fuerte eructo en el medio de una meditación abierta? ¿Mi cuerpo siempre tiene la razón en estos casos? ¿Realmente nuestro cuerpo tiene en cuenta nuestros intereses todo el tiempo?
Para otras personas, esta frase indica que deben escuchar los sonidos que produce su cuerpo: una invitación a percibir la respiración, los latidos del corazón, los crujidos de las articulaciones. Estos estudiantes pueden terminar preguntándose por qué deben hacer este tipo de escucha y qué mensajes se supone que deben recibir.
De hecho, las dos interpretaciones captan algunos aspectos de la frase “escucha a tu cuerpo”, pero creo que ninguna llega al meollo de la idea. Hay una tercera forma de "escuchar" que tiene que ver con "prestar atención", "interesarse", "estar listo para responder". Creo que lo que los maestros intentan fomentar con estas palabras, es ese estado de alerta continua ("presta atención a tu interior, no al exterior" es una indicación parecida, como lo es "honra tu sabiduría interna").
"Escucha a tu cuerpo" es una cometa con una larga cola de significado. Significa que prestemos atención al cuerpo cuando nos dice lo que necesitamos saber para que nuestra práctica de yoga funcione mejor. Significa que tenemos que priorizar las señales internas por sobre lo que dice el maestro o lo que los otros alumnos puedan estar haciendo. Significa que el maestro valora nuestra autonomía y nos permite tomar las decisiones que más nos convienen. Nos invita a revisar cada postura, a preguntarnos: "¿es esta una buena idea para mí?" o "¿cómo lo estoy haciendo?".
Después de haber entendido esto, me relajo en cuanto oigo la frase que me recuerda que tengo la libertad de hacer lo que quiero si mi cuerpo avisa que algo no va bien.
"Escucha a tu cuerpo" es una cometa con una larga cola de significado. Significa que prestemos atención al cuerpo cuando nos dice lo que necesitamos saber para que nuestra práctica de yoga funcione mejor.
Si “escucha a tu cuerpo” nos anima a desobedecer algunas de las indicaciones del maestro, deberíamos actuar de la misma manera con nuestro cuerpo: no tenemos que obedecer estrictamente cada impulso que nos presente. Nuestra mente no se debe rendir por completo en las clases de yoga: todavía la necesitamos. ¿No es, después de todo, la mente la que está siendo invitada a escuchar al cuerpo? Esta indicación invita a una colaboración continua entre el buen juicio de la mente y las señales del cuerpo.
En otras palabras, "escuchar" no siempre significa "estar de acuerdo" y "obedecer". Podemos escuchar a nuestro cuerpo sin subirnos a cada viaje que nos sugiere. Un corolario es el ideal yóguico de presenciar nuestros impulsos sin reaccionar a ellos de inmediato (es lo que los yoguis conocen como "no reacción": no quiere decir que no reaccionemos en absoluto, sino que no reaccionemos de forma precipitada a lo que ocurre en nuestro cuerpo o en el mundo; en su lugar, hacemos una pausa, tomamos distancia y consideramos cuál sería la mejor respuesta). De esta forma podemos decidir si el mensaje que recibimos de nuestro cuerpo es necesario y útil o tangencial e inútil. Diferenciar entre ambas respuestas no siempre es fácil, desarrollar nuestro viveka (discernimiento) es un proceso continuo.
En una clase en vivo, podemos ver ese discernimiento al sopesar la libertad que le concedemos al cuerpo frente al bienestar del grupo. Elegimos restringir los sonidos corporales o frenar el repentino impulso de hacer prácticas acrobáticas que no tienen nada que ver con lo que nos sugiere el maestro, estas decisiones que consideran al resto también nacen de una especie de escucha: tal vez nos oímos a nosotros mismos cuando en otra ocasión algún estudiante nos perturbó, y deseamos evitar esa misma perturbación a los compañeros que hoy nos rodean.
Una forma de reconocer los impulsos menos productivos de nuestro cuerpo es respondernos con la expresión “Veamos eso que dijiste…” Como por ejemplo, “Veamos eso que dijiste… te sientes aletargado y preferirías no ir a la clase de yoga. ¿Y si lo intentas y ves cómo te sientes luego? Puede que te sientas cansado porque no te has movido en todo el día. Recuerda lo bien que te sentiste la última vez que fuiste a la clase de yoga.”
Por supuesto, no siempre es el caso. Recuerda, alguna vez podemos faltar a clase para tomarnos un descanso porque es justamente lo que necesitamos. Pero en otras ocasiones, es más beneficioso desoír el impulso del cuerpo que quiere saltarse la práctica. Esto nace de una clase diferente de escucha, una escucha que no se refiere solo a este momento, sino a lo que nuestro cuerpo nos transmite a través del tiempo.
Por otro lado, hay otras cosas que el cuerpo nos dice en un momento en particular y que requieren una respuesta inmediata.
Escuchamos al cuerpo para sentirnos lo mejor posible en nuestras prácticas y evitar las lesiones que pudieran producirse con cualquier tipo de ejercicio físico. Los sonidos de la respiración, los latidos del corazón y el crujido de las articulaciones nos pueden dar información útil, por lo que escuchar a nuestro cuerpo en un sentido literal no es una mala idea. La respiración corta y desigual o un ritmo cardíaco muy rápido pueden indicarnos que estamos trabajando demasiado y que necesitamos comenzar a enfriar nuestros motores; mientras que un chasquido frecuente de las rodillas nos puede decir que el movimiento no está funcionando como debería.
Otras señales a las que vale la pena prestar atención en clase de yoga son las molestias agudas, el hormigueo, el entumecimiento y los mareos. También es preferible evitar el contacto repetido de hueso con hueso: cuando el hueso del muslo choca contra el hueso de las caderas puede agravar algunas condiciones, como el pinzamiento femoroacetabular (pinzamiento de cadera). Todos estos mensajes sugieren que es mejor detenerse.
¿Y luego qué? ¿Qué hacemos si hemos recibido alguna de estas señales? Si una postura no se siente tan bien como debería, tenemos varias opciones. Podemos hacer una versión que no se sienta tan extrema. También podemos probar el movimiento de una forma distinta, cambiando la manera en la que entramos a la postura o ajustando nuestra alineación.
¿Eso tampoco resulta? Entonces puedes probar otra cosa, como hacer otra variante de la postura, practicar una postura completamente diferente o repetir alguna en la que te gustaría pasar más tiempo. Si necesitas un descanso, una postura suave como la del niño (balasana) es una opción segura. Si aún no sabes cuál sería la mejor alternativa, puedes consultar con el maestro. Y si no es posible resolverlo en el momento, conversa luego de la clase para saber qué harás en la siguiente ocasión.
Hay otro aspecto importante en esta indicación —aunque no se lo suele mencionar— y es "sigue escuchando". No basta con escuchar nuestro cuerpo una o dos veces en cada postura; lo mejor es chequear cómo nos sentimos cada vez que hacemos la postura, ya que el cuerpo responde de manera diferente cada día.
También podemos escuchar el cuerpo después de la práctica. Si, por ejemplo, hacer chaturanga en la clase de yoga matutina provoca que te duela el hombro cuando te acuestas, puede ser una señal de que debes entrar en la postura de otra manera o incluso evitarla, aun cuando el hombro no “diga” nada durante la práctica.
"Escuchar a tu cuerpo" tiene ventajas que van más allá de prevenir lesiones: nos ayuda a captar la relación causa y efecto que el yoga tiene en nuestra vida y que quizá no hayamos notado. Si nos mantenemos escuchando fuera de la clase, puede que nos demos cuenta no solo de los efectos posteriores de nuestra práctica de yoga, sino también de su efecto en nuestras elecciones de vida.
Puede que escuchemos mensajes de nuestro cuerpo cuando pasamos largas horas trabajando en el escritorio, cuando vamos a clase de yoga, cuando no dormimos lo suficiente o cuando dormimos bastante, cuando nos aferramos a un viejo rencor y cuando perdonamos. Cuando la escucha se hace continua, puede cambiarnos la vida. La mente puede aceptar hacer lo necesario para que el cuerpo se sienta libre y vital; mientras que el cuerpo puede aceptar hacer aquello que nos da paz mental. Así, cada vez más, mente y cuerpo se pondrán de acuerdo.
Quizás esta indicación no requiere mucha explicación en una clase de alumnos experimentados, pero si tienes alumnos nuevos, necesitarán más información. Me imagino una clase introductoria en la que el maestro le pregunte a sus alumnos qué piensan que significa "escucha a tu cuerpo" y luego reflexione sobre sus respuestas, añadiendo quizás cuál es su intención personal al dar esa indicación. Puedo imaginar una clase lúdica, de crecimiento grupal, en la que se invita a los alumnos a compartir en voz alta lo que sus cuerpos dicen durante la práctica.
Además de explicar lo que sea necesario, resulta útil ofrecer algunas variantes específicas de posturas para los alumnos que no sepan cómo personalizarlas o no sepan qué hacer en su lugar. Cada vez que se enseñe una postura poco accesible (y cabe recordar que muchas posturas pueden ser inaccesibles para algunos alumnos) se debe estar preparado para sugerir una variante diciendo "prueba esto o aquello", sin presentar ninguna opción como más avanzada o beneficiosa que otra. Esto evita que los alumnos se sientan perdidos en clase. Incluso puedes dictar una clase del tipo "elige tu propia aventura", ofreciendo todas las posturas en pares y dejando que ellos mismos elijan la opción que más les guste.
"Escucha a tu cuerpo" es una de las indicaciones más valiosas que podemos dar a nuestros alumnos, en especial cuando la complementamos con una explicación —si es necesario— y algunas variantes. Con la repetición, los estudiantes sabrán que lo decimos en serio y que nuestro "permiso" no ha expirado. Sin embargo, no es una indicación infalible (muchas indicaciones pueden tener consecuencias inesperadas).
"Escucha a tu cuerpo" también puede ofrecerse para animar a los estudiantes a progresar en las posturas o hacer algo fuera de su zona de confort. Si damos esta indicación, debemos decirla en serio y respetar la autonomía corporal de los alumnos durante toda la clase. Una forma de hacerlo es evaluar la situación antes de sugerir cualquier modificación, por ejemplo: si un estudiante no está haciendo la postura que le mostramos, le preguntamos si lo que está haciendo le funciona. Si no le funciona, sugerimos una alternativa; pero si le funciona, debemos resistir el impulso de intervenir.
Si damos esta indicación, debemos decirla en serio y respetar la autonomía corporal de los alumnos durante toda la clase.
El lado negativo del empoderamiento que ofrece esta indicación es la culpa que puede aparecer en las personas que sufren lesiones, ya que pueden pensar cosas como "deberías haber escuchado tu cuerpo, así no te habrías lesionado". Pero esto sería tergiversar la buena intención de esta indicación, cosa que no resulta justa. Es un mito pensar que un alumno plenamente consciente de sí mismo no se lesiona nunca.
Es importante —y demuestra compasión— reconocer que hay lesiones que suceden sin ningún aviso previo, que la incomodidad puede aparecer horas después de la práctica y que hay lesiones que no percibimos hasta realizar un movimiento muchas, muchas veces (como en el caso de las lesiones por movimientos repetitivos). El cuerpo es un hablante imperfecto y la mente una oyente imperfecta. Y, para ser mejores oyentes de las historias de lesiones de nuestros alumnos, ofrezcamos todo nuestro conocimiento sin emitir juicios.
Por último, el concepto de “escucha tu cuerpo” puede ser usado de diferentes maneras y en diferentes contextos. Incluirlo en frases como "escucha a tu cuerpo para cuidarte", "escucha cualquier señal de dolor" y otras variantes parecidas puede en realidad hacer primar el miedo al movimiento y generar sensaciones negativas.
Aquí nos encontramos frente a una delgada línea: ¿cómo podemos ofrecer una indicación para prevenir lesiones sin insistir en el hecho de que se pueden producir? Una manera es transmitirla de manera positiva, ofreciéndola como algo que ayuda a mejorar la experiencia (en vez de evitar riesgo o daño). Quizás podemos motivar a los alumnos a escuchar las sensaciones positivas, no tanto para detectar lo que se siente "mal" en una postura, sino para percibir lo que se siente bien.
Prestar atención a nuestro propio lenguaje, además de observar cómo responden los alumnos, es otra versión de la escucha atenta que los animamos a practicar y que puede ser igual de reveladora.