Cuando empieza un nuevo año nos sentimos tan entusiasmados de comenzar nuevos proyectos que hacemos todo para lograrlo. Pero también, es común que acabemos abandonándolo todo antes de que termine enero.
Me ha pasado, pero algo que me ha enseñado la práctica del yoga es a perseverar y a ver cada obstáculo como un escalón para levantarme y subir.
Empezar un nuevo año con la práctica del yoga nos puede ayudar no sólo a cuidar nuestra salud física, sino que también nos cultiva una mente más serena y centrada.
Esa capacidad de tener la atención en el momento presente nos ayuda a enfocarnos en los proyectos materiales que pedimos en las doce campanadas, además de cultivar una vida que dé cabida al crecimiento espiritual.
La práctica del yoga va más allá de las asanas. La intención de ser un verdadero yogui es cultivar buenas virtudes y alcanzar una conexión más profunda entre nuestro cuerpo, mente y alma con la Creación.
A pesar de que la imagen más extendida en Occidente sobre la práctica del yoga es la imagen de personas contorsionándose o llevando el cuerpo a posiciones que a veces desafían la lógica, todos sin importar las condiciones físicas o la edad, podemos practicar yoga.
Las personas de la tercera edad, pueden integrar la práctica del yoga en sus vidas, con ejercicios de respiración, concentración y asanas o posturas muy simples que pueden hacer sentados en una silla.
Además, la práctica del yoga se extiende a la relación que desarrollamos con nosotros mismos y con los demás.
El yoga es tan vasto que reducirlo sólo a la práctica física nos limita de todos los alcances y beneficios que nos brinda esta filosofía de vida.
Estas opciones te pueden ayudar a enfocarte en cómo empezar este nuevo año con la práctica del yoga en tu vida.
1. Párate sobre tu tapete: Puedes empezar por escoger una clase de yoga que se adapte a tus capacidades o condición física.
Si nunca has practicado antes o tienes poca experiencia puedes iniciar con una clase de Vinyasa para principiantes o Gentle (yoga suave). El estilo Iyengar, es una opción ideal para los que comienzan, ya que se enfoca en la alineación y la fijación de las poses por más tiempo.
Estudios científicos apuntan a que la práctica regular de yoga puede ayudar a reducir la presión arterial, mantener un peso adecuado, bajar los niveles de estrés e inflamación de los tejidos, entre muchos otros.
2. La práctica de la respiración y la concentración mental. El fin último del yoga es el autodescubrimiento y la iluminación, según los textos védicos en los que se basa esta filosofía, como el Bhagavad-Gita y los Yoga Sutras de Patanjali.
Aunque suene complejo de entender y difícil de asimilar a la primera, la concentración mental nos va a guiar a un estado más profundo de meditación, por tanto a un estado de mayor plenitud y serenidad.
Asimismo, la práctica constante de concentración en la respiración y meditación nos abre la atención a mantenernos presentes, a observarnos y reflexionar.
Los ejercicios de respiración y concentración son el mejor ejemplo de que el yoga es accesible a todos. Los adultos mayores pueden hacerlo incluso acostados si su movilidad es muy reducida.
3. Leer sobre qué es el yoga. La historia del yoga se remonta a unos 5.000 años y la bibliografía que existe es muy diversa.
Leer sobre la experiencia de muchos sabios y yoguis nos amplía el conocimiento sobre cómo podemos mejorar nuestra vida, no para beneficiarnos individualmente, sino para el bien común.
Las lecturas sobre el yoga y meditación nos inspiran y dan ciertas “recetas a seguir” sobre cómo trabajar nuestros miedos, apegos y limitaciones, sin renunciar a nuestra vida común o tenernos que recluir en una cueva.
Al menos 10 minutos de lectura que nos inspiren y orienten nos ayudará a entender mejor cómo alcanzar una vida más serena y feliz.
Algunos de los muchos libros que nos dan esa visión son: “Autobiografía de un yogui” (Paramahansa Yogananda); “Los Yoga Sutras de Patanjali”; “El arte de pensar positivamente” (Swami Jyotirmayananda); “Sólo amor, cómo llevar una vida espiritual en un mundo cambiante”, (Sri Daya Mata).
4. Buena asociación. Aunque la pandemia continúa y el distanciamiento social es necesario para detener los contagios, eso no limita que nos juntemos (virtualmente) con personas afines a nuestro interés por el yoga.
Bien sea a través de clases de yoga o meditación online, la buena asociación con personas que nos ayuden a crecer en valores, a mantener una mente calmada y a vivir en estado de gratitud, es un impulso para los que inician su práctica o sienten que necesitan apoyo para mantener la constancia.
5. Cantar mantras. Los mantras son sonidos, palabras o frases espirituales que nos acercan o conectan con nuestra conciencia divina y más elevada.
Por lo general son en sánscrito y tienen una vibración específica, que al recitarlas, con intención y concentración, nos ayuda a calmar la mente.
El mantra primigenio y más conocido es el OM. La repetición de mantras las podemos hacer sentados, acostados o incluso haciendo alguna actividad. Siempre que pongamos nuestra atención e intención en ello.
Algunos estudios científicos han comenzado a investigar los beneficios de recitar mantras en el cuerpo físico y en calmar la mente.
6. Observar la naturaleza. A veces lo más simple es observar la naturaleza y maravillarnos con lo que nos ofrece sin pedirnos nada a cambio. El contacto directo con la creación nos permite desarrollar el sentido de gratitud y de la conciencia de estar presente, además de apreciar lo que tenemos sin dar las cosas (o la personas) por sentado.
7. Organizar tu práctica. Organizar un momento del día para dedicar el tiempo o los minutos necesarios para la práctica del yoga, nos ayuda a establecer un hábito y seguir con disciplina y fuerza de voluntad.
Escoger una de las muchas maneras de practicar y vivir el yoga nos ayuda a desarrollar más interés, conciencia y deseo por aprender. Con practicar una de ellas veremos la diferencia en nuestra vida y vamos a querer experimentar con otras expresiones del yoga. Una de todas va a arrastrar a las demás.