Una alternativa para explorar tus "límites" en el yoga

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El límite: esa delgada línea que tantas veces exploramos (o incentivamos a otros a explorar).

Vale la pena investigar nuestros límites. Aprender a diferenciar entre un reto que nos fortalece de otro que nos supera, es un proyecto a largo plazo que puede hacernos más sabios en nuestra práctica de yoga y en la vida. Hay mucha riqueza en reconocer los límites: se incrementan las sensaciones, claro está, pero también la conciencia. Esta mejora de la atención puede relacionarse con el riesgo que percibimos cuando nos aproximamos al extremo del rango de nuestras capacidades fisiológicas.

Cuando llevamos las piernas lo más cerca del pecho en la postura de la paloma boca arriba, abrimos las piernas tanto como podemos en hanumanasana o alcanzamos el límite de nuestra fuerza al mantener la postura de la tabla, puede que nos hagamos algunas preguntas más profundas sobre nuestra práctica: ¿Estoy bien aquí? ¿Estoy alineado de la manera correcta? ¿Qué estoy sintiendo exactamente? ¿Puedo seguir respirando? ¿Cómo afecta mi respiración a la parte del cuerpo donde siento la mayor intensidad?

Muchas de estas preguntas pueden referirse a la idea de lo suficiente: ¿Estoy sintiendo lo suficiente aquí o quiero (y tengo la certeza de que puedo) soportar más? ¿Qué pasaría si aplicamos este mismo razonamiento a las otras fases de la postura?

Si siempre vamos a toda velocidad, como viajeros concentrados en llegar a su destino, podemos pasar por alto alguna oportunidad o información valiosa. Y algunas veces hay razones para mantenernos a una prudente distancia de los límites de una postura. Por ejemplo, si estamos tomando las cosas con calma o queremos prestar atención a una zona vulnerable, nos convendrá mantenernos dentro de un rango de sensaciones confortables. Si estamos enfocados en la alineación, nos daremos cuenta de que es más difícil movernos si estamos al límite de la postura. También podemos descubrir que estirar los músculos al máximo no necesariamente mejora la flexibilidad: la tensión persistirá obstinadamente a pesar de nuestros esfuerzos.

En algunas posturas, cuando nos aproximamos al límite, nos sentimos como si corriéramos a toda velocidad directo hacia una pared: es un muro que no se moverá ni desaparecerá.

Si siempre vamos a toda velocidad, como viajeros concentrados en llegar a su destino, podemos pasar por alto alguna oportunidad o información valiosa.

Si alguna de las situaciones anteriores te suena familiar, puedes probar otro enfoque: en vez de concentrarte en llegar al límite, dedícate con igual interés al punto de la postura en el que comienzas a sentir el estiramiento. Al enfocar nuestra atención en el inicio de la postura, podemos revivir nuestro interés en el asana en su totalidad. Estaremos conscientes, alineados y estabilizados antes de llegar al momento más difícil. Además, este enfoque puede incluso liberar algunas tensiones que se han conservado en el cuerpo durante mucho tiempo, así como ayudarnos a llegar al límite con más facilidad (o llevarlo un poco más lejos).

Otro efecto de enfocarnos en el comienzo del estiramiento es que perdemos esa necesidad de ir tan lejos o tan profundo como nos permitan nuestras fuerzas. Puede que esta etapa anterior pruebe ser lo suficientemente rica como para que queramos quedarnos allí. Y eso está bien: no siempre tenemos que ir hasta el límite. Algunas veces no se trata de profundizar en la postura, sino en el conocimiento de nosotros mismos.

Si quieres explorar este desplazamiento de la atención, aquí te dejo algunas sugerencias: realiza la postura de la manera habitual, prestando atención a cuán lejos puedes llegar y qué sientes al hacerla. Retrocede y repite la postura, esta vez prestando atención a los detalles como la alineación y la activación muscular, así como a la respiración. Gradualmente, comienza a moverte en la postura. En cuanto sientas un estiramiento, haz una pausa y quédate allí. Luego de un par de respiraciones, decide si quieres ir más profundo o ya tienes suficiente.

A continuación, aplicaremos este enfoque a la flexión hacia adelante con las piernas abiertas, pero puedes probarlo con cualquier otra postura de tu preferencia, como el leño ardiente o paschimottanasana. Incluso puedes aplicarlo en las posturas de tu secuencia favorita, animándote a explorar —por ti mismo o con tus alumnos— ese primer punto de estiramiento en vez del último punto soportable.

Antes de comenzar y para que los isquiotibiales se muevan con libertad, entra en calor con alguna práctica activa (por ejemplo, con unos saludos al sol).

UPAVISTHA KONASANA (FLEXIÓN HACIA ADELANTE CON LAS PIERNAS ABIERTAS)

Paso 1: Encuentra tu límite

Siéntate con las piernas separadas y las manos junto a las caderas. Alarga la columna y elévate empujando con la coronilla (si tiendes a redondear la columna, puedes llevar las manos detrás de las caderas para inclinarte un poco hacia atrás, o sentarte sobre un par de mantas para ganar más longitud). Haz la flexión hacia adelante tan profunda y confortable como te sea posible, ubicando las manos junto a las caderas o en el piso, entre las piernas. Baja hasta los antebrazos solo si te resulta cómodo.

Presta atención a lo que sientes cuando encuentras tu límite y cuáles preguntas son importantes para ti en ese momento: ¿Me siento bien aquí? ¿Esta alineación es la que quiero? ¿Qué es lo que estoy sintiendo exactamente? ¿Puedo seguir respirando correctamente? ¿Cómo afecta la respiración a la parte del cuerpo donde siento la mayor intensidad? ¿Tengo suficiente con esto o quiero llegar más lejos?

Luego de respirar varias veces, siéntate con la espalda erguida nuevamente, junta las piernas y muévelas un poco.

Paso 2: Un reinicio consciente

Vamos de nuevo. Desde la posición sentada, separa las piernas, pero en esta ocasión sepáralas un poco menos. Esto es para no llegar al estiramiento muy pronto. Para alargar la columna y reducir la sensación de estiramiento, coloca las manos unos centímetros detrás de las caderas. Arraiga los isquiones y empuja el suelo con las palmas, la punta de los dedos o los puños, de manera de alargar la columna y elevar el pecho.

Presta una mayor atención a tus piernas. Flexiona los pies y empuja el piso con los talones, apuntando los dedos hacia arriba. Prueba apuntar las rodillas también hacia arriba. Aleja los talones y lleva los empeines hacia las caderas.

Toma nota de lo que sientes cuando ejecutas estas acciones cuidadosamente; ubica en qué momento sientes la activación. Encuentra tu respiración, inhalando y exhalando profunda pero fácilmente y observa cómo afecta tu respiración a la activación de los músculos, así como el estiramiento de la columna.

Paso 3: Encuentra el inicio del estiramiento

Muévete lentamente y, conectado con la plenitud de tu respiración, busca el primer indicio de estiramiento. Sin perder la activación o alineación de los pies y las piernas, acerca las manos a las caderas o ubícalas junto a ellas, hasta encontrarte en una posición más vertical.

Si no sientes un estiramiento (ya sea a lo largo de la parte interna de los muslos, en la parte posterior de las piernas o en la espalda), empuja el suelo con las manos —sin moverlas de lugar por ahora— para volver a elevar el pecho y, quizás, inclinarte un poco hacia adelante. Solo en el caso en que continúes sin sentir un estiramiento, lleva las manos entre tus piernas y apóyalas sobre el tapete.

Ten la paciencia de un pescador: en lugar de preocuparte por llegar al estiramiento, observa qué sensaciones vienen a ti mientras esperas y disfrutas de la belleza del paisaje.

Una vez que encuentres el comienzo del estiramiento, haz una pausa. Siente todo lo que hay para sentir. Repite los movimientos de las piernas y los pies, vuelve a arraigar los isquiones y estira una vez más la columna. Respira.

Vuelve a esas preguntas que te resultaron importantes cuando encontraste tu límite: ¿Me siento bien aquí? ¿Esta alineación es la que quiero? ¿Qué es lo que estoy sintiendo exactamente? ¿Puedo seguir respirando correctamente? ¿Cómo afecta la respiración a la parte del cuerpo donde siento la mayor intensidad? ¿Tengo suficiente con esto o quiero llegar más lejos?

Paso 4: Identifica tu "nuevo" límite

Ahora, ¿adónde debes llegar?

Puede que descubras que, al tener tu atención a pleno, la postura se siente suficiente mucho antes. Verás que ese punto que antes pasaba desapercibido ahora se vuelve más interesante. Si esto te resulta así, quédate exactamente donde estás, respirando y disfrutando las sensaciones que están presentes para ti.

Pero si resulta que la sensación de estiramiento desaparece luego de un par de respiraciones y quieres seguir adelante, inclina un poco más la columna, dejando las manos a los lados y empujando el piso para alargar el torso mientras haces la flexión. También puedes ubicar las manos o antebrazos entre tus piernas. ¿Ya has sentido este límite? ¿Se siente igual que ahora? Presta atención a cualquier nueva sensación.

Cuando consideres que ya está bien, si fuiste hacia adelante, ayúdate con las manos para sentarte con la espalda erguida y junta tus piernas. Relájate en savasana o cualquier otra postura de tu agrado.

Al estudiar detenidamente tu exploración, podrás encontrar otras fases de la postura más allá del límite y el inicio del estiramiento. Puede que quieras hacer una pausa en cada una de ellas, porque cada postura contiene una multitud de posturas fáciles de abordar en el camino hacia el límite, y todas ellas merecen atención.

Por otro lado, puede que comiences a asociar esta práctica a esos momentos de tu vida en los que vas tras un objetivo y de repente te encuentras chocando con esa pared tan familiar. ¿Qué tal dar un paso atrás y echar un amplio vistazo a los alrededores antes de seguir avanzando? Quizás encuentres que lo que pensabas que era una pared, es una pequeña plaza en un vasto horizonte, rodeada por un gran espacio abierto donde puedes jugar y bailar.

Fotografía: Gina Lenz.

Acerca del Maestro

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Amber Burke
Amber Burke lives in New Mexico and works at UNM-Taos, where she coordinates the Holistic Health and... Leer más