Rachel Land, profesora senior en medicina del yoga, nos comparte una práctica breve e increíblemente simple que puedes usar para fortalecer tu sistema linfático (la primera línea de defensa del cuerpo contra las enfermedades).
Nota del editor: Las siguientes recomendaciones tienen el objetivo de ser consejos generales para practicantes y profesores de yoga. No deben tomarse como reemplazo de las indicaciones de un profesional de la salud. Los profesores de yoga deben seguir los lineamientos de su práctica, por tanto no deben intentar diagnosticar, tratar u ofrecer consejos médicos a sus alumnos.
El yoga tiene el potencial de influir en casi todos los procesos fisiológicos, desde la contracción muscular a la respiración, pasando por la digestión, el flujo sanguíneo y la circulación. Incluso puede actuar sobre las funciones del sistema linfático, el cual, a pesar de ser uno de los sistemas del cuerpo menos conocidos y valorados, es nuestra primera línea de defensa contra las enfermedades.
La linfa transporta una gran variedad de anticuerpos y glóbulos blancos especializados en combatir enfermedades; fluye a través de los ganglios que funcionan como un filtro de bacterias, elementos extraños y tejido muerto.
El flujo linfático saludable es un componente clave para tener un sistema inmunológico fuerte y, por fortuna, el asana yoga colabora en la salud de ese flujo. A diferencia del sistema circulatorio, que es impulsado por el bombeo del corazón, el sistema linfático depende de la gravedad y de la contracción de los tejidos para hacer fluir la linfa por los vasos. Por esta razón, las posturas de yoga con torsiones, flexiones hacia adelante, flexiones laterales e inversiones son las herramientas perfectas para fortalecer el flujo linfático.
Esta práctica rápida comienza con una inversión, luego contrae y estira los tejidos que rodean los nódulos linfáticos ubicados en el cuello, las axilas y la ingle. De esta manera, ayuda a mantener la salud de nuestro sistema linfático y mejora nuestra inmunidad. Necesitarás una manta o una toalla y, si tienes, un bloque de yoga.
Acuéstate boca arriba y ten a mano un bloque, una manta enrollada o toalla. Flexiona las rodillas, apoya los pies en el suelo y levanta las caderas hasta que puedas colocar el accesorio debajo del sacro. Tus caderas quedarán un poco más altas que tu corazón.
Una vez que las caderas están estables sobre el accesorio, levanta los pies hasta que apunten al techo. Relaja las rodillas y descarga el peso de las piernas sobre las caderas o la parte inferior del abdomen, así podrás relajar los flexores de las caderas y los músculos abdominales.
Quédate allí durante uno o dos minutos, extendiendo y flexionando suavemente los pies o haciendo círculos con los tobillos. Contrae y relaja los músculos de la parte inferior de tus piernas para que la gravedad desplace la linfa desde las piernas hacia el cuerpo.
Cuando estés listo para seguir con la práctica, flexiona las rodillas y lleva los pies al suelo lentamente. Colócalos alineados con las rodillas y levanta las caderas para retirar el accesorio. Aprieta las rodillas contra el pecho con la ayuda de tus manos, así crearás una suave compresión en la ingle. Curva tu espalda y rueda para sentarte con la espalda recta.
Comienza sentado en la postura fácil con las piernas cruzadas. Si te resulta más cómodo, coloca una manta o una toalla debajo de los isquiones.
Levanta el brazo derecho por encima de la cabeza y aleja la mano izquierda para profundizar la flexión lateral. Quédate allí e inhala profundamente, creando espacio entre las costillas del lado derecho.
Al exhalar, lleva la mano derecha al suelo detrás de ti y rota hacia la derecha, mientras llevas la mano izquierda al suelo delante de ti o sobre tus pies. En la siguiente inhalación, acerca tu oreja izquierda al hombro y levanta la barbilla hasta que sientas un estiramiento suave en el lado derecho de tu garganta.
Exhala y vuelve al centro. Prepárate para levantar tu brazo derecho por encima de la cabeza en la siguiente inhalación.
Fluye con esta secuencia dos veces más hacia el lado derecho, usando un movimiento suave y rítmico para estirar y comprimir el cuello y las axilas. Luego, invierte el cruce de piernas y continúa con la práctica hacia el lado izquierdo. Cuando hayas realizado la secuencia hacia ambos lados, sal de la postura y colócate en cuatro patas (a gatas).
Enrolla el extremo de tu toalla o manta hasta que tenga unos 7 a 10 centímetros de diámetro y colócalo en la parte superior del tapete. Da un paso largo hacia adelante con el pie derecho hasta entrar en una estocada baja. La rodilla derecha deberá quedar alineada al tobillo derecho y la izquierda detrás de tus caderas.
Toma la manta o toalla enrollada y colócala en el pliegue de la cadera derecha, como si fuera una cuña. Junta las manos y haz una torsión, rotando el torso en dirección al muslo derecho hasta que puedas apoyar el antebrazo o el codo izquierdo sobre la rodilla derecha. Mantén las manos en posición de oración o cierra en un puño la mano izquierda y presiónala contra la palma de la otra mano. Usa esta postura para comprimir suavemente el lado derecho de tu ingle.
Quédate aquí por cuatro o cinco respiraciones largas, usando el movimiento rítmico de tu abdomen para aumentar la compresión. Cuando estés listo para continuar, vuelve el torso al centro, quita la manta o toalla enrollada y regresa a cuatro patas para hacer la postura hacia el otro lado.
Nos sentimos atraídos a la práctica de yoga por muchas razones: espirituales, mentales, energéticas y físicas. Quizás no has considerado aún el impacto del yoga en la circulación, pero la mejora del flujo linfático es una meta que vale la pena.
Debido a que el sistema linfático no posee su propio sistema de bombeo, es muy proclive al estancamiento y se beneficia muchísimo con las maneras en que utilizamos el yoga asana para estirar y comprimir el cuerpo así como para alterar nuestra relación con la gravedad. Como es nuestra primera línea de defensa ante las enfermedades, mantener nuestro sistema linfático sano resulta especialmente importante en estos días.