Una sesión restaurativa para gente a la que no le gusta el yoga restaurativo

Practice
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Entiendo, te gusta sentirte fuerte y realizado al final de tu práctica de yoga. Disfrutas de un buen esfuerzo y el yoga restaurativo puede parecer demasiado aburrido. Tal vez te resulta difícil quedarte quieto en savasana cuando llegas al final de tu clase de vinyasa.

Entonces, ¿por qué querrías pasar toda una práctica en posturas simples y con elementos de apoyo?

Déjame convencerte.

Quizás te gustaría obtener algunos de los beneficios del yoga restaurativo, como equilibrar el sistema neuroendocrino, aumentar la inmunidad,perder peso (¡sorpresa!) o incluso aumentar nuestra compasión por nosotros mismos y por los demás.

La profunda relajación de una práctica restaurativa también es un complemento maravilloso para los aspectos de acondicionamiento físico del yoga.

Y te puede ayudar a obtener los beneficios más sutiles del yoga, como profundizar la respiración, relajar los músculos y estimular el nervio vago gracias al trabajo con elementos de apoyo que compensarán el vigor que exige una práctica más activa.

La profunda relajación de una práctica restaurativa también es un complemento maravilloso para los aspectos de acondicionamiento físico del yoga.

Entonces, ¿cómo pueden las personas que rehúyen a la tranquilidad y la quietud obtener estos beneficios durante unos minutos, mientras disfrutan plenamente de su tiempo en el tapete?

Déjame mostrarte cómo.

La siguiente secuencia restaurativa está diseñada especialmente para personas a las que no les gusta mucho el yoga restaurativo o para cualquiera que esté pensando en probarlo. Solo toma seis minutos y puede encajar perfectamente al final de una secuencia de yoga activo.

¡Además esta  práctica breve requiere de muy pocos accesorios! Puedes hacer esta secuencia con solo un cojín (almohada o cojín de yoga) o incluso solo con un par de mantas dobladas en rectángulos tan largos como el cojín y apiladas una encima de la otra.

Una práctica breve y restaurativa

Coloca el cojín o las mantas apiladas a lo largo de tu tapete. Siéntate en el borde inferior y recuéstate de manera que tu cabeza caiga del borde superior del cojín, que debe quedar cerca de la mitad de tu cuello. Deja la barbilla apuntando hacia el cielo.

Si tu cabeza no toca el piso y tu cuello está incómodo con la cabeza colgando, apoya tu cabeza sobre una manta doblada.

Flexiona las rodillas para que tus pies se apoyen en el piso (esto puede sentirse bien, porque amplía tu postura y permite que las rodillas descansen una apoyada sobre la otra) y deja que tus brazos se relajen a los lados del cojín, con las palmas hacia arriba (si quieres, también puedes apoyar la parte baja de las piernas en el asiento de un sofá o una silla cómoda).

Profundiza tu respiración y permítele a tu abdomen subir y bajar y a los músculos de tu cuello y garganta relajarse. Quédate así dos minutos.

A continuación, deslízate hacia arriba unos quince centímetros para que la parte superior del cojín ahora quede en el centro de los omóplatos y deja que la espalda alta, los hombros y la cabeza descansen en el suelo.

Permite que tus brazos permanezcan relajados a los costados. Si tus piernas están en un sofá o una silla, puedes dejarlas allí o, si te resulta más cómodo, coloca los pies en el piso (en este caso, con los pies y las rodillas separados al ancho de las caderas).

Mientras respiras, deja que tu pecho y abdomen se expandan. Durante los siguientes dos minutos, enfócate en profundizar y alargar tus exhalaciones, así como en liberar la tensión en la parte superior de la espalda.

Posteriormente, deslízate otros quince centímetros hasta que el borde superior del cojín quede debajo de tu caja torácica. Mantén los pies bien apoyados en la silla o en el suelo con los brazos a los costados. Deja que la respiración se expanda desde el abdomen hasta el pecho durante otros dos minutos, al mismo tiempo que tomas conciencia de la relajación de toda tu espalda (y quizás también notes un poco menos de resistencia a la gravedad).

Un buen savasana sería un excelente final para esta secuencia. Prueba esa postura con el cojín colocado horizontalmente debajo de los muslos, justo encima de las rodillas y acompaña la postura con una respiración relajada.

Si tienes poco tiempo, cuando llegues a la postura restaurativa final de la secuencia comienza a respirar como te sea natural. Levántate poco a poco hasta sentarte erguido. Después podrás continuar con tu día.

Esta simple rutina hace maravillas para la columna vertebral, pues libera la tensión que se produce cuando tenemos por costumbre estar encorvados. Puede brindar un ligero alivio justo en los momentos en los que sentimos que no tenemos más tiempo para relajarnos.

Acerca del Maestro

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Beth Spindler
Beth has over four decades experience in utilizing yoga as a healing modality, plus the highest certification... Leer más