El yoga es una tradición tan ramificada que ha cobrado diversos significados para diferentes personas: es un entrenamiento físico, un sistema de sanación, un programa de purificación, un entrenamiento de la mente, un sistema filosófico, una práctica religiosa o un estilo de vida con fundamento espiritual. La última categoría es la única que se ajusta a la visión tradicional del yoga, ya que incluye los principales tópicos de todos los otros enfoques, es decir, el bienestar físico y mental, la pureza interior y exterior o los valores filosóficos y religiosos.
El Yoga como tradición espiritual tiene el propósito tanto de la trascendencia como de la transformación personal. Está diseñado para ayudarnos a ir más allá de la contracción del ego (atma-samkocha) para después sustituir gradualmente nuestros patrones egoicos (que provienen del ego) por el flujo abierto de la iluminación, "en sintonía con el Infinito".
Esto es cierto para cualquier escuela auténtica de yoga. Las diversas ramas —hatha, raja, jñana, karma, bhakti, tantra, mantra y otras— son simplemente métodos especializados para alcanzar el mismo objetivo final de la iluminación. Este estado supremo es concebido de manera diferente por las diversas tradiciones yóguicas: la realización de nuestra perfección interior, la unión con el Ser trascendental o la entrega perfecta al Ser Supremo (la divinidad).
Cada método es completo en sí mismo y, si se practica con integridad, conducirá a la plenitud. Lamentablemente, "plenitud" se ha convertido en una palabra de moda, que se presta fácilmente para fines comerciales. Sin embargo, es un concepto de carácter intuitivo que sigue teniendo cierto valor. Ser pleno, íntegro, significa ser verdadero, estar inmerso en el flujo interminable de la realidad sin distorsiones conceptuales. Como señaló Albert Einstein, la percepción convencional de sentirse separado de todos y de todo lo demás es una especie de "ilusión óptica". El problema es que cuanto más separados nos sentimos, más sufrimos. "Esta ilusión", escribió Einstein, "es una especie de prisión que nos limita a nuestros deseos personales y sentir afecto hacia unas pocas personas cercanas. Nuestra tarea debe ser liberarnos de esta prisión y ampliar nuestro círculo de compasión para abarcar a todos los seres vivos y a toda la naturaleza en su belleza. Nadie es capaz de conseguirlo por completo, pero el esfuerzo por alcanzarlo es, en sí mismo, parte de la liberación y un pilar para la seguridad interna."
Podemos empezar a romper el hechizo del aislamiento egoico si respetamos y nos damos cuenta de que efectivamente todo está interconectado, como ya había destacado el Buda Gautama en su enseñanza sobre el surgimiento interdependiente (pratitya-samutpada) 2.500 años atrás. Es la mente no iluminada la que divide la realidad y trata de crear piezas conceptuales que sean manejables. Sobre la base de este universo conceptual fraccionado, cultivamos todo tipo de emociones y actitudes insalubres (fragmentadas) que nos impulsan a realizar acciones igualmente malsanas: "Soy un gran tipo. Tú no eres nadie y te rechazo". "Esto es mío y no tuyo". "Solo mi religión es verdadera y la tuya simplemente está equivocada".
Ser pleno significa elegir la totalidad sobre la fragmentación, vivir en la totalidad. Esto ocurre en diversos niveles, dependiendo del grado de nuestra lucidez interior y de nuestra sintonía con el flujo de la realidad. Ser pleno significa ser sano, saludable, completo, realizado y, sí, sagrado.
En el nivel más alto, la plenitud consiste en la iluminación total, el momento en que nos hemos vuelto completamente transparentes para nosotros mismos, cuando no hay rincones oscuros sin inspeccionar o aspectos opacos en nuestro ser. Nos hemos vuelto interiormente simples, sin complicaciones, libres de conflictos. Nuestra presencia en el mundo no es ambigua ni amenazante y cada uno de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones expresa y, al mismo tiempo, fomenta la plenitud, la neutralidad y la sacralidad.
om purnam adah purnam idam purnat purnam udacyate, purnasya purnam adaya purnam eva avashishyate. om shanti shanti shantih Om. Esto es el Todo. Esto es el Todo. A partir del Todo surge el Todo. Si se quita el Todo del Todo, el Todo aún permanece. Om. Paz. Paz. Paz.
En cada momento, el ser iluminado se da cuenta del Todo, que es la esencia eterna de todos los seres y cosas y que excede tanto la unidad como la diversidad, la armonía y la desarmonía, la trascendencia y la inmanencia. Podemos experimentar esta Realidad completa que todo lo abarca en raros momentos de trascendencia personal extática. Cuando esta realización es permanente e irrevocable, la llamamos "iluminación". Supone la conclusión de la aventura humana tal y como la conocemos y posiblemente sea el comienzo de un destino totalmente nuevo e incomprensible.
Evidentemente, la plenitud integral o la auténtica integración requiere la inclusión de la trascendencia en nuestra vida psíquica. Más concretamente, requiere la trascendencia voluntaria de nuestra vida psicomental (completa) a favor de la realidad más amplia (el Todo), que denominamos de diferentes maneras: "la Divinidad", "Dios", "Diosa", "Ser trascendental" o "Ser supremo".
Antes de la iluminación, podemos estar físicamente sanos y en forma e incluso podemos ser psicológicamente hiperfuncionales, pero todavía no estamos completos o sanos. Ser un practicante de Yoga implica que estamos profundamente comprometidos a superar nuestra fragmentación, nuestra parcialidad. Paradójicamente, para tener éxito en este esfuerzo, debemos tener fortaleza egoica. Una fuerte personalidad egoica es un signo de integridad psicológica emergente y solo una fuerte personalidad egoica puede completar el trabajo de trascendencia del ego. Los individuos que tienen un ego débilmente formado sucumben inevitablemente a la confusión o al autoengaño en el camino, porque carecen de la vitalidad necesaria para enfrentarse directamente a sus patrones kármicos. Las tareas hermanas de trascendencia y transformación del yo exigen un alto grado de fuerza interior y la capacidad de persistir incluso cuando nos sintamos muy desafiados.
De este modo, la integridad psicológica es una plataforma para la plenitud espiritual (iluminación), un punto importante que rara vez se comprende correctamente. Incluso los practicantes serios de Yoga pueden "perder" años antes de darse cuenta de que deben apoyar sus esfuerzos espirituales con un trabajo psicológico adecuado. A veces tardan la mitad de la vida en darse cuenta de la necesidad de retroceder algunos pasos, abandonar la búsqueda de estados mentales extraordinarios o el objetivo elusivo de la iluminación (generalmente instantánea), y volver a examinar las áreas de los problemas psicológicos más comunes que preferirían olvidar.
La mayoría de los maestros de yoga insisten en que el camino es largo y difícil, porque para alcanzar la certeza de la iluminación, no podemos evitar atravesar la densa y traicionera selva de nuestra propia mente. No es lo mismo encontrar un claro aquí y allá que haber atravesado toda la selva. Tales claros pueden infundirnos esperanza y entusiasmo y no tenemos que evitarlos ni descartarlos, pero, si los confundimos con la claridad de la verdadera iluminación, nuestro viaje se ve truncado y seguimos atrapados en el mundo del samsara, de la fragmentación egoica e infeliz. Al final, la totalidad puede encontrarse en cualquier experiencia, incluso en las más comunes que la vida diaria nos ofrece en abundancia, cuando sabemos qué es lo que debemos buscar. Las enseñanzas del Yoga pueden ser una excelente brújula en este desafiante pero gratificante cometido.