Yoga, racialización y cultura

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Cuando vi por primera vez el correo electrónico que me envío Katherine Chow para invitarme a hablar en Princeton, cerré la computadora. Actué como si no lo hubiera visto. Estaba segura de que el correo no era para mí.

Sin embargo, al día siguiente cuando abrí mi computadora, el correo electrónico aún estaba allí y seguía dirigido a mí.

Sentí que el síndrome del impostor me estaba dominando, así que decidí llamar para confirmar. Resultó que la Sra. Chow había leído todos mis artículos y mi blog, y quería que diera una charla sobre temas de yoga, etnia y accesibilidad.

Ella había estado recientemente en un estudio de yoga al que describió como “un poco clasista”. No pude contener la risa porque comprendía ese sentimiento muy bien. Los espacios de yoga que he frecuentado están concebidos para gente blanca y, como afrodescendiente, la experiencia de practicar en un espacio así es generalmente muy incómoda. “Clasista” era una excelente manera de explicar esta dinámica.

HABLAR SOBRE RACIALIZACIÓN E IGUALDAD

En cuanto a mi charla en Princeton, no sería la primera vez que hablaría sobre la racialización. Mi dharma parece consistir en tener conversaciones importantes e intensas sobre racialización e igualdad con personas que muchas veces no son negras. Me refiero a ellos como la cultura blanca dominante. De hecho, algunas de las conversaciones más difíciles se dan dentro de mi propia familia. Verán, estoy casada con un hombre blanco y siempre me siento como una extraña en su familia.

Mi dharma parece consistir en tener conversaciones importantes e intensas sobre racialización e igualdad.

El color de mi piel juega un papel principal en muchas interacciones con otras personas, y siempre me encuentro esquivando las micro y macro agresiones que se espera que tolere debido a la edad o la falta de comprensión del otro. Cuando señalo estas acciones, se considera que soy demasiado sensible.

Estas situaciones me hacen recordar que la supremacía blanca siempre gana.

Últimamente, soy más frontal. Tengo hijos morenos y necesito cambiar el mundo para ellos. Sin embargo, el parecer en la familia de mi esposo es que no podemos incomodar a los adultos mayores blancos. Puedo ser testigo de los privilegios que vienen con la edad y con lo que se suele llamar white fragility (término en inglés para describir la sensación de incomodidad y la actitud defensiva de una persona blanca cuando se enfrenta a la información sobre la desigualdad racial y la injusticia). He oído a gente describir estos privilegios como si fueran armas de la cultura blanca dominante.

Se espera que haga concesiones a estos privilegios mientras mis necesidades no son consideradas. Como persona negra, puede resultar difícil hacerse camino en el mundo de hoy. El clima político actual ha incentivado el prejuicio, la discriminación y el racismo. La mayoría de las veces, me siento vulnerable y muy expuesta.

No creo que la gente blanca comprenda lo difícil que es ser negro en el mundo actual. Sé que las cosas han mejorado en comparación a la época en que mis antepasados comenzaron a sublevarse; sin embargo, creo que el cambio se está produciendo con demasiada lentitud. Me siento realmente decepcionada cuando veo que aún queda un largo camino por recorrer. Y también me siento “cargando esta antorcha” hacia el futuro con la ayuda de mis antepasados.

DESAFIAR EL STATUS QUO

Mi práctica de yoga me permite mantener viva la llama porque me ha abierto los ojos a través del autoconocimiento (svadhyaya), la veracidad (satya) y la entrega del ser a un poder superior (ishvara pranidhana), lo que me ayuda a ser cada vez más consciente del mundo.

Antes de convertirme en una practicante regular del yoga, me sentía como si estuviese dormida y como si no fuera consciente del mundo que me rodeaba. No tenía conexión ni conciencia, simplemente transitaba la inercia de vivir y sobrevivir. Vivía con la idea de que debía tolerar este mundo tal como era, porque era mejor que el de antes. El cambio es lento. Espera tu turno, las cosas mejorarán, no hagas un escándalo. Mi práctica de yoga me ha hecho consciente del mundo y de mi lugar en él.

Esta práctica me ha traído una gran felicidad y también una profunda tristeza. Me ha presentado a algunas personalidades influyentes que se han convertido en inmensas fuentes de inspiración en mi vida diaria, pero también he conocido a muchos oportunistas. Muchos autoproclamados gurús espirituales usan al “yoga” y a las personas que lo enseñan para su propio beneficio.

Mi práctica de yoga también me ha enseñado mucho sobre racialización, cultura y diversidad. He aprendido que las personas negras, así como cualquier otra persona racializada o la gente que tiene una diversidad funcional o un género no binario, no siempre son bienvenidos en los espacios de yoga. Parecería que el yoga y otras prácticas espirituales son actividades reservadas para personas ricas, blancas y cisgénero, cuando en realidad el yoga está destinado a reflejar todos los aspectos del individuo y de la vida.

Desde el comienzo de mi travesía en el yoga, he luchado por una mayor diversidad y representación sobre el tapete. Cuando me presenté a mi primera clase en un centro de yoga, la maestra me dijo que la clase me iba a resultar difícil, de una manera que implicaba que no sería capaz de seguir el ritmo. También me aconsejaron las clases de karma porque costaban solo $5.

Desde el comienzo de mi travesía en el yoga, he luchado por una mayor diversidad y representación sobre el tapete.

Experiencias como esta me dejaron claro que no había un lugar para mí en la comunidad de yoga de mi localidad.

Fue entonces cuando decidí crear un espacio audaz para el yoga, hecho a mi manera.

Eso es lo que hacemos las personas negras/afrodescendientes cuando somos excluidos o subrepresentados: creamos nuestra propia manera de representarnos y defender nuestra cultura. Basta con observar el movimiento por los derechos civiles, las instituciones universitarias (HBCU), la televisión para audiencia afroamericana (BET) y las revistas Essence y Ebony.

Creé un estudio de ladrillo y cemento, pero también un espacio virtual para recibir y homenajear a los practicantes de yoga en todas sus formas, tamaños y habilidades. En lugar de esperar a que Glo me invitara a enseñar, creé Yogasteya.com, un centro virtual especializado en yoga para comunidades diversas.

En lugar de esperar a ver la diversidad reflejada en las publicaciones populares de yoga, ayudé a crear Yoga and Body Image Coalition, un lugar donde usamos imágenes de cara al público que desafían la idea de “cómo debe verse el yoga” y el tipo de personas que lo practican.

INCREMENTAR LA REPRESENTACIÓN Y LA DIVERSIDAD

En toda este viaje del yoga, incrementar la representación y la diversidad ha sido mi principal causa. Es la inspiración que hace que siempre siga adelante. Es mi dharma, mi noble propósito.

Si bien algunas de mis características generan descrédito ante los ojos de otras personas, me doy cuenta de que son las mismas que me convierten en una gran profesora: mi talla, mi cultura y el color de mi piel. Según la cultura dominante del yoga, estas cualidades me hacen una profesora menos calificada.

Soy una profesora de yoga negra, gorda y de ascendencia antillana que siente la conexión con el yoga en la sangre —es parte de mi cultura— pero a menudo me convierto en objeto de curiosidad (“¡Guau, mira lo flexible y fuerte que es esa chica negra!”), porque no encajo en las concepciones dominantes de la norma.

Sin embargo, son las mismas características que me distinguen de la “norma” las que me permiten vivir verdaderamente mi práctica. Lo hago al apreciar mi cuerpo a pesar de los mensajes excluyentes de la sociedad. Las personas que no son marginadas no pueden entender cómo es vivir la práctica en este contexto, porque no han tenido la experiencia en carne propia de ser descalificados por los demás debido a su tamaño, color de piel o ascendencia.

Como la gente me mira como si nunca antes hubiera visto a una persona negra hacer yoga, he aprendido a aceptar mi incomodidad y aplicar la práctica del autoconocimiento. Estas experiencias también me han alentado a hablar sobre las nociones preconcebidas de lo que es “diferente” —versus lo que está dentro de “la norma”— en la comunidad del yoga.

Si bien el yoga es una práctica del sur de Asia, se ha convertido en una mercancía estadounidense. Aquí, la práctica del yoga asocia la “blancura” a una especie de expertise automático, dejando a las personas racializadas como meros adornos o curiosidades.

Pero esta es la cuestión: el mundo del yoga es un reflejo, un microcosmos de lo que sucede en el mundo real. Por esta razón, la visión de la “cultura blanca” como norma sigue presente en nuestros espacios de yoga.

¿Por qué los centros y los profesores de yoga no se vuelven más acogedores para las personas negras y de contextos culturales particulares? ¿Por qué los centros y los profesores de yoga no pueden ser más inclusivos con las personas de diferentes identidades de género, tamaños corporales, sexualidades y etnias?

Cuando las personas hablan de sentirse excluidos y marginados por la cultura dominante en el yoga, ¿por qué tantas personas de la comunidad se ponen a la defensiva? ¿Por qué no permitimos que los marginados se expresen realmente? ¿Por qué sus experiencias no sirven como aliento para que el resto de la comunidad cambie sus comportamientos?

La respuesta a todas estas preguntas es la misma, esa incomodidad y actitud defensiva cuando nos enfrentan a nuestros propios prejuicios. Es difícil mirarse a uno mismo críticamente y, en algunos casos, compartir el poder se siente como perder el poder. La reacción instintiva es el rechazo.

EL AUTOCONOCIMIENTO PUEDE SOLUCIONAR ESTO

Pero ese no es el camino del yogui. Nos estamos olvidando de una gran parte del propósito de la práctica del yoga. La comunidad del yoga, y aún más la industria del yoga en su conjunto, está obviando el principal niyama (svadhyaya, el estudio del ser o autoconocimiento).

Como colectivo, no estamos practicando ni celebrando el acto de autorreflexión y compasión que supone el autoconocimiento. Muchos de nosotros no reconocemos nuestros prejuicios, privilegios ni creencias limitantes.

Nos aterroriza pensar que al admitir nuestros prejuicios y limitaciones nos convertiremos en malas personas, en lugar de reconocer que estas creencias nos fueron enseñadas y se aplican estructuralmente. No logramos analizar críticamente los mensajes que vemos y escuchamos mientras nos abrimos camino por el mundo. Por lo tanto, de ninguna manera nos sentimos ofendidos mientras nos bombardean con imágenes homogéneas del yoga y del mundo. De hecho, la mayoría de las veces nuestra conciencia ¡ni siquiera registra cuán debilitantes y perjudiciales son estas imágenes!

El privilegio de los blancos incluye la capacidad de sentirte cómodo siendo tú mismo en todas las situaciones; nunca tendrás que preocuparte porque el color de tu piel te separe de los demás.

Somos completamente inconscientes de nuestras acciones, nuestras palabras y nuestra influencia sobre la gente y el entorno que nos rodea.

Pero he aquí la cuestión: en el yoga elevamos nuestra conciencia, y ese es el primer paso hacia la justicia y la igualdad.

ELEVAR TU CONCIENCIA

¿Cómo elevas tu conciencia? Dándote cuenta de los prejuicios y privilegios y cómo pueden afectar tu trato hacia los demás.

El sesgo está en todas partes. Es difícil no juzgar en función de los conceptos preconcebidos que cargamos. El prejuicio (que viene de prejuzgar, es decir, hacer un juicio previo) aparece cada vez que una persona hace suposiciones sobre otra persona o grupo sin llegar a conocer las creencias, pensamientos y sentimientos que están detrás de las palabras y las acciones de esa persona o grupo. Todos podemos tener prejuicios al igual que todos podemos tener privilegios. Pero el privilegio de los blancos incluye la capacidad de sentirte cómodo siendo tú mismo en todas las situaciones; nunca tendrás que preocuparte porque el color de tu piel te separe de los demás.

El privilegio de los blancos te brinda la comodidad y la seguridad de encontrar clases accesibles para ti. Significa que puedes practicar y aprender de personas que se parecen a ti. Significa que todo gira en torno a ti.

La norma es ser blanco. Pero para aquellos que están preparados para salir de esa burbuja cálida y acogedora, existe la práctica del autoconocimiento.

Comienza por reconocer esta realidad histórica: desde que llegaron a suelo norteamericano, los blancos han usado su poder para generar un acceso preferencial a los recursos de supervivencia (como la vivienda, la educación, el trabajo, los alimentos, la atención médica y la protección legal). Durante todo el tiempo que han estado aquí, las personas blancas siempre han sido dueñas del poder en Norteamérica.

Las preguntas importantes sobre las que debemos reflexionar son: “¿En qué manera seguimos manteniendo nuestra cultura, las clases de yoga y las conferencias enfocadas en los blancos?” y “Si el yoga es la esencia de la unidad, ¿por qué esta diferencia de poder aparece sobre nuestros tapetes?”.

En un trabajo de autoconocimiento fructífero, no está permitido evitar o descartar las preguntas difíciles. Hablar sobre hechos reales y situaciones difíciles en torno a la racialización y la discriminación en las clases de yoga generalmente se desestima con un comentario como: “Te estás enfocando en lo negativo”. A veces, hasta se usa el concepto del “karma” como justificación a la falta de acceso a la educación o a la riqueza por parte de las personas marginadas, ignorando las razones históricas de esa desigualdad y evitando una evaluación real de cómo operan los prejuicios y los privilegios para mantener esa asimetría.

El prejuicio nos lleva a hacer suposiciones basadas en el color de la piel (o alguna otra cualidad), pero el autoconocimiento significa examinar el origen de esas suposiciones y, si son incorrectas, dejarlas ir.

Te pido que no hagas suposiciones sobre mí, mis habilidades o mi educación basándote en mi color de piel o el tamaño de mi cuerpo.

Otra reflexión importante podría consistir en preguntarnos: “¿Qué actitudes mezquinas tenemos en nuestra práctica de yoga?”

Los fuertes prejuicios nos llevan a una intolerancia hacia los demás conocida como fanatismo. Generalmente va acompañada de un trato discriminatorio hacia el prójimo. Prestar atención a cualquier trato mezquino de los demás en nuestras vidas es una manera de identificar la discriminación y nos permite trabajar para evitarla.

LA JUSTICIA ES AMOR EXPRESADO EN VOZ ALTA

¿De qué debería tratarse el yoga y su cultura? Debería tratarse de hacer un cambio real en la forma en que nos tratamos los unos a los otros y, también, al planeta en el que vivimos. Juntos necesitamos reconocer cuando algo anda mal y debemos accionar cuando detectamos una injusticia.

No nos dejemos llevar por viejas ideas que mantienen un trato inhumano hacia los demás. En lugar de eso, acordemos entender quiénes somos y qué defendemos.

Como afrodescendiente, siempre me estoy estudiando a mí misma y al mundo que me rodea. Siempre estoy reconociendo mis privilegios (sí, tengo privilegios) y me observo mientras continúo en la búsqueda de la educación y la iluminación que me indique cómo puedo hacer del mundo un lugar mejor para todos. Es un trabajo agotador, pero es el trabajo de estar consciente.

Profesores, propietarios de estudios y practicantes de yoga de todos los rincones del mundo: tienen trabajo que hacer. Edúquense, sean compasivos, escuchen a quienes los rodean. Asimilen los mensajes que están recibiendo y, por favor, aprendan a comprender y explorar sus ideas sobre quiénes son y cómo se muestran, dentro y fuera del tapete.

Usemos juntos nuestra práctica de yoga para cambiarnos más allá de lo físico. Conectemos con lo universal y creemos un mundo en el que todos podamos experimentar la liberadora osadía de ser nosotros mismos, sin limitaciones, restricciones ni disculpas.

Acerca del Maestro

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Dianne Bondy
Dianne Bondy is a social justice activist, author, accessible yoga teacher, and the leader of the Yoga... Leer más