Entonces el vidente se encuentra en su estado natural. Recitación Yoga Sutra 1.3Audio recitado por el doctor D.C. Rao
Tadā entonces; solo después, nunca antes.
Draṣhṭuḥ: es el caso posesivo de draṣḥtṛ, que significa "vidente, perceptor, testigo puro (como opuesto al hacedor), conciencia pura, inteligencia pura, el ser divino, la realidad trascendental, alma, ātman, puruṣha".
Svarūpe: forma locativa de Svarūpa = sva + rūpaSva: el de uno; esencial; intrínseco; natural Rūpa: forma; estado Avasthānam: establecimiento; residencia; lugar de descanso
Una vez que la mente está clara como el cristal, comenzamos a percibir los objetos del mundo tal como son; nuestra percepción ya no está distorsionada.
¿Cómo nos veríamos si nuestra visión interna fuera clara y estuviera despejada? Este sutra explica que cada uno se vería a sí mismo tal como es…
Solo cuando la mente ya no está confundida es que el ser divino dentro de nosotros puede descansar pacíficamente en su morada natural. Filosóficamente, es cierto que el alma es pura y divina, nunca está sujeta a cambios y que la paz y la bienaventuranza son su naturaleza intrínseca. Pero en la práctica, cuando el alma está acompañada por una mente perturbada, pierde su autoconciencia. Una vez encarnada, el alma debe usar la mente como herramienta para experimentar sus propios atributos inherentes. Si esta herramienta está contaminada, entonces el alma no tiene la oportunidad de experimentar su propia naturaleza e, impotente, solo experimenta lo que la mente le presenta. Es por eso que esta alma pura, divina y siempre perfecta se encuentra en la esclavitud y anhela la liberación.
Al darnos cuenta de esto, nos comprometemos con una variedad de prácticas espirituales: visitar santuarios, leer las escrituras, realizar rituales, servir a Dios en templos e iglesias, orar, recitar mantras, dibujar mandalas y practicar la meditación. Pero la palabra tadā en este sutra se refiere al sutra anterior y así sostiene enfáticamente que el alma puede encontrarse en su estado natural solo después de que la mente se haya aquietado. En consecuencia, también nos dice que una mente confundida no es apta para seguir un camino espiritual, ya que para seguir una práctica satisfactoriamente se necesita una mente disciplinada y enfocada. Cantar oraciones, repetir mantras y recitar escrituras no vale de nada si la mente está dispersa. De hecho, las diferentes formas de práctica espiritual tienen un solo objetivo: purificar la mente enfocándola en un solo punto.
Lo divino dentro de nosotros siempre está iluminado. Es la luz inherente a lo divino lo que ilumina nuestro mundo interno y externo. Una vez que nuestra mente se purifica, la luz de lo divino ilumina toda nuestra vida desde adentro. Las prácticas espirituales no iluminan lo divino; simplemente limpian la mente para que la luz de lo divino que viene desde el interior pueda atravesar el campo mental sin obstrucciones.
Una vez que la mente está clara como el cristal, comenzamos a percibir los objetos del mundo tal como son; nuestra percepción ya no está distorsionada. Comenzamos a ver que los objetos materiales no son ni buenos ni malos, ni agradables ni desagradables, sino neutros. Es nuestra actitud hacia ellos los que los hace verse positivos o negativos. Una vez que comprendemos esto, la mente no encuentra razón para estar agitada. Los encantos y tentaciones del mundo ya no la afectan. Aún mientras está activa en el mundo, la mente permanece quieta.
En yoga, esa quietud se conoce como samadhi, un estado en el cual la mente está libre de todas las perturbaciones. El yoga compara este estado con un cristal perfectamente transparente que no obstruye la luz. En este estado, la verdad es conocida en su plenitud. Eso se llama iluminación o autorrealización.