Yoga y fibromialgia

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Como muchas familias, en casa tenemos instalados varios dispositivos anti-incendios que nos avisan cuando detectan señales de humo. Alguna vez, tras recibir la señal, hemos vuelto a toda prisa, siendo por suerte, falsa alarma. Sin embargo, esa señal ya lanzada desencadenaba una reacción que trataba de evitar el posible perjuicio.

Algo parecido pasa con el dolor que sienten las personas que padecen fibromialgia. Cuando su cerebro analiza las señales de aviso que recibe, las interpreta como un daño real, o al acecho, (imperceptible para una persona sana) y activadas las alertas, decide reaccionar y emitir un dolor, siendo en realidad, como en mi detector, una falsa alarma.

El cerebro, no siempre es infalible a pesar de ser un órgano de gran eficacia y precisión.  Existen innumerables factores que pueden alterar su interacción con el medio y desencadenar disfunciones.

Pero, profundicemos algo más sobre qué es la fibromialgia, síntomas y cómo el yoga mejora la calidad de vida de las personas que la padecen.

Etimología:

  • FIBRO (latín) → tejido fibroso

  • MIO (griego) → músculo

  • ALGIA (griego)→ dolor, tristeza

Sintomatología general:

  • Dolores musculares generalizados por todo el cuerpo por largos períodos de tiempo sin un motivo aparente que los provoque. A veces, el simple abrazo de un amigo puede causar un dolor insoportable que resulta difícil disimular.

  • Cansancio después de realizar tareas sencillas o incluso sin desempeñar actividad alguna.

  • Rigidez en las articulaciones, entumecimiento de las manos, brazos y pies, hormigueo incesante.

  • Insomnio, falta de concentración,  migrañas recurrentes o mareos; dificultad para memorizar, y/o alteraciones en la memoria espacial, causando a veces hasta desorientación.

  • Depresión, ansiedad, sensibilidad lumínica y la lista, en algunos casos, podría seguir.

Muchos pacientes buscando un diagnóstico correcto, y años de investigación, han llevado por fin, a la medicina alopática a reconocer la existencia de esta enfermedad, ya que los resultados incongruentes que se obtenían prueba tras prueba, hacían derivar a estas personas al psicólogo o al psiquiatra sin una conclusión concreta.

Hoy existen una serie de pruebas que facilitan el diagnóstico de esta enfermedad, como por ejemplo,  la palpación de puntos gatillo o hipersensibles en el cuello, hombros, brazos, caderas y piernas.

Parece que el origen de la enfermedad está en una alteración en el funcionamiento del sistema nervioso autónomo (Dr. Martinez Lavín).

Antecedentes familiares (especialmente entre parientes de primer grado) y género, afectando mayoritariamente a mujeres y edades comprendidas aprox. entre 30 y  55 años, podrían jugar un cierto papel en su desarrollo. Actividades como el ejercicio físico intenso, cargar peso inadecuado y vivir situaciones traumáticas o estresantes podrían agravarla.

A nivel mundial, se estima que la población afectada está en torno al 4%.

Pero, ¿por qué las personas que sufren fibromialgia sienten dolor sin causa aparente o “real”?

El dolor es una RESPUESTA del cerebro que se activa para evitarnos un daño previsible -latente o manifiesto-.

El sistema encargado de detectar posibles peligros es el sistema nervioso autónomo o involuntario que controla, entre otras cosas, la frecuencia cardíaca, los niveles de tensión arterial, la dilatación de las pupilas y bronquios, etc.

Para que el cerebro interprete que estamos ante algo que puede perjudicarnos, se sirve de unos receptores sensoriales: los NOCICEPTORES repartidos por todos los tejidos del cuerpo  que perciben cualquier variación física del medio, ya sea mecánica, térmica, química, etc.

Cuando un estímulo es lo suficientemente intenso como para lanzar una señal de alarma, los receptores, vía médula espinal, alertan al cerebro sobre el origen del potencial peligro. Pasan al tálamo, de ahí a estructuras del sistema límbico, corteza somatosensorial y, finalmente, a la corteza prefrontal (zona del cerebro que toma conciencia de la información).

Es entonces cuando el cerebro, en base a esta advertencia recién percibida, unido a otros estímulos sensoriales (visual, acústico, olfativo...) y sumado a la experiencia individual acumulada, gestionará -en décimas de segundo- este compendio informativo para tomar la decisión de emitir, o no, dolor en la zona, y el grado del mismo.

Este dolor nos insta a reaccionar en consecuencia para salvaguardar la integridad física. Todos tenemos la imagen de la mano que toca por descuido una sartén caliente.

Sin embargo en las personas con fibromialgia, el engranaje de este mecanismo se activa con estímulos muy débiles que en una persona sana no provocaría respuesta del SNC porque ni siquiera llegaría a la corteza prefrontal, a la toma de conciencia.

En personas con FM parte del SNA (sistema nervioso autónomo), en concreto el Sistema Simpático, permanece encendido constantemente, trabajando este mediante la producción de adrenalina que, en si, no es generadora de dolor pero en estos casos de dolor neuropático, provoca una hipersensibilidad al tacto.

Imagínate a un socorrista en una playa en pleno verano con miles de bañistas zambulléndose en el agua. Durante su turno el grado de alerta será máximo, agudizando todos los sentidos, y manteniendo un alto nivel de concentración. De ahí que realicen reemplazos frecuentes. Olvidará la hora del almuerzo o ir al baño, y acabará la jornada exhausto.

Figúrense ahora al mismo socorrista soportando la tensión de este trabajo los doce meses del año.

Este patrón de “comportamiento” de las neuronas nociceptivas en guardia constantemente, desbordará al sistema nervioso, que junto con la vía del dolor ya establecida, provocará que el umbral de tolerancia al daño de estos pacientes sea mucho menor, activándose mucho antes, como decíamos.

La constante producción de hormonas del estrés, como la adrenalina o el cortisol, para mantener ese mecanismo de alerta en guardia, altera muchas de las funciones que el organismo valora como no primordiales, digestión, evacuación, reproducción, crecimiento etc, hasta la misma respuesta del sistema inmunitario y, a la larga, debido precisamente a la sobreexposición a estas hormonas, podrán aparecer los problemas de salud vistos.

¿Cómo puede el yoga ayudar con esta patología?

Seguir las indicaciones de tu médico es fundamental y consultarle si un protocolo holístico sería beneficioso.

A veces la medicina convencional descuida ciertos aspectos emocionales que se van enquistando en nuestros tejidos, en nuestra esencia. Con un acercamiento integral incluyendo a otras disciplinas se podría completar el tratamiento de manera más eficaz.

El ejercicio físico MODERADO como el yoga, suave, no repetitivo y de bajo impacto es una buena opción para evitar atrofiar las articulaciones y mejorar su funcionamiento.

Con la práctica del yoga bombeamos más sangre, oxigenamos tejidos y mejoramos nuestra capacidad física general. Nos ayuda también a mantener o recuperar fuerza y elasticidad. Junto con la meditación, nos enseña a modular el dolor, aumenta nuestra energía y resiliencia, y es de bajo riesgo.

Se desaconsejan las actividades de impacto pero, una alternativa sería la plataforma vibratoria que, mediante sus micro oscilaciones, estimulan la producción de ciertas hormonas, como la del crecimiento, deficitaria en estos pacientes e, incluso, la formación de masa ósea allá donde fuese necesario.

Hoy te propongo una postura de yoga que puedes hacer a diario sin estresarte para incorporar en tu agenda.

Eso sí, no te dejes engañar por la aparente sencillez. Savasana ( postura del muerto) requiere enfoque y fuerza de voluntad para evitar que caigas en monólogos mentales saboteando el momento y los beneficios que aporta.

Savasana (postura del muerto):

Aunque sea una postura tumbada, al igual que el resto, tiene una alineación concreta para favorecer el paso de la energía a través del sistema nervioso.

Como en la FM, Savasana fluctúa. Un día nos resulta muy fácil tumbarnos y olvidarnos del mundo, otro día no podemos dejar de movernos y dar vueltas a la cabeza.  Aprende a navegar sus ciclos. Agradece sus enseñanzas, y no te aferres a resultados concretos, mucho menos a marcar tiempos. Acepta y sigue.

Ten a mano una manta con lo que cubrirte ya que el cuerpo tiende a perder calor cuando nos relajamos.

Túmbate boca arriba intentando alinear tu cuello con el tronco. Si usas gafas, quítatelas. Puedes usar un antifaz con un aroma de aceite esencial, yo sugiero la lavanda, que además de calmante puede ayudar a aliviar el dolor.

Cierra tus ojos para sintonizar mejor con tu canal de percepción. Deja los brazos extendidos a lo largo del cuerpo y ligeramente separados de este. Las palmas hacia arriba. Las piernas estiradas con los pies relajados abriéndose de manera natural hacia el exterior.

Respira suavemente notando el discreto movimiento ascendente y descendente de tu abdomen. Siente ahora las partes de tu cuerpo que hacen contacto con la superficie que lo soporta, déjate acoger por este, como si te hundieses plácidamente.

Si algunas áreas siguen tensas, dirige tu respiración hacia ellas, crea una imagen mental y si no ceden, no te obsesiones, pasa a relajar las zonas próximas.

Vuelve a tu respiración incorporando poco a poco alguna pausa entre inhalación y exhalación. Alárgala sin forzar nada y observa su ritmo. Mientras notas ese dulce movimiento de tu ombligo, abandónate y deja que sea tu respiración quien ahora te guíe.

Vacía tus preocupaciones. No te muevas y no elabores ningún pensamiento, observa solo este momento, simplemente pertenece al instante.

Conecta con tu auténtico ser, crea esa unión mente, cuerpo y espíritu, y siente su poder sanador.

Modificaciones:

Acopia toallas, mantas, cojines y/o almohadas. Coloca los accesorios de manera que den soporte a las partes del cuerpo donde el contacto con la superficie te resulte incómodo.

Usa un bolster (cojín largo y firme) o almohada para la espalda y coloca un bloque de yoga  debajo de este para elevar la parte donde apoyas la cabeza.

Pon otro debajo de las rodillas y algo más para los talones, si lo necesitas. Los brazos también pueden descansar sobre cojines o mantas.

Si hoy estar tumbado boca arriba no es una opción, prueba de lado con un cojín entre las rodillas de manera que queden situadas en línea con las caderas. Puedes abrazar una almohada para acomodar los brazos.

Savasana ayuda a calmar el sistema nervioso  mejorando así también la respuesta inmunitaria. Disminuye la presión arterial, la tensión muscular y las palpitaciones.

En general fomenta la relajación física y mental, reduce el estrés, la fatiga y la ansiedad, evita el insomnio y a la larga, reduce las migrañas, facilita la digestión, mejora la concentración y la memoria.

Cuando conseguimos entrar en un profundo estado de relajación, las ondas Beta, dominantes en nuestras actividades diarias, van reduciendo su frecuencia  para dejar paso a ondas más lentas, alfa, ondas que favorecen la relajación y meditación. Facilitan la sintonía entre mente y cuerpo y dan paso a las ondas theta e, incluso, a delta, (si nuestros niveles de relajación fueran excepcionales).

Con la edad producimos menos ondas delta y su disminución dificulta el descanso. Por eso sería muy interesante para pacientes con FM aprender a relajarse correctamente. Además de ayudar a la capacidad de aprendizaje, realizamos una mejor gestión del estrés.

Fuentes:

American College of rheumatology

Dr. Martinez Lavin 

 

Acerca del Maestro

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Mónica Pardo
Mónica P. Pardo es profesora de Yoga, E- RYT 500, YACEP y PYT, cumpliendo con los criterios de Yoga... Leer más