Esta práctica meditativa focaliza la atención en las corrientes mentales o sensaciones corporales incómodas. Cuando iniciamos un trabajo de introspección o autoexploratorio tendemos a caer en la tentación de saltarnos lo que nos molesta o desagrada, dejándolo en la sombra de nuestra memoria. Este ejercicio ahonda en la importancia de reconocer, dar cabida y aceptar también aquéllas partes o zonas incómodas que forman parte de uno.