El dolor nos aísla. Ya sea dolor físico, mental o emocional, cuando sufrimos nos sentimos solos, nos desconectamos de todo y generalmente nuestra atención va directamente hacia el dolor. Es precisamente el aislamiento lo que puede extender o amplificar nuestro sufrimiento. En esta meditación nos dedicamos a regresar al corazón, el lugar donde la sanación, esperanza y conexión es posible. Para esta práctica es recomendado sentarse, pero puedes encontrar cualquier otra postura que sea cómoda para tí.